LOGINAl renacer, decidí escribir el nombre de mi hermana en la solicitud de matrimonio. Esta vez, le concedí a Lucas Delgado su deseo. En esta vida, me adelanté: vestí a mi hermana con el traje de novia y le coloqué el anillo de compromiso. Yo misma orquesté cada encuentro entre ellos. Cuando él la llevó a Ciudad Esmeralda, sin dudarlo partí al sur para estudiar. Porque en mi vida pasada, incluso a los cincuenta años, Lucas y nuestro hijo seguían rogándome que me divorciara. Así que cumplí su último deseo: que estuviera con ella. Al volver a vivir, solo anhelé desplegar mis alas... libre de amor.
View MoreLa habitación no era grande, pero estaba impecable. Las sábanas olían a sol recién cosechado.—Descansa un rato. La comida estará listos pronto —dijo César al dejar mi maleta, su voz tan cálida como la manta que me envolvió.Asentí, sentándome en la cama mientras observaba los copos de nieve danzando tras la ventana. Por primera vez en años, una paz genuina inundó mi pecho.Quizá esto era lo que se sentía al tener un hogar.Esa noche, compartimos la comida alrededor de la mesa. La abuela no dejaba de servirme:—Ana, vuelve cuando quieras. Esta será siempre tu casa.Sonreí con el corazón encogido de emoción.Después de cenar, César me llevó al parque cercano.El invierno lo había vaciado, salvo por algunas parejas entrelazadas bajo los faroles.Caminamos en silencio junto al lago, la nieve cubriéndonos como un velo nupcial.—Gracias, César —susurré, rompiendo el hechizo.—¿Por qué?—Por rescatarme... por darme refugio.Él se inclinó con una sonrisa pícara:—¿Y si me pagas co
—Si realmente quieres compensarme, entonces vive bien con Camila. Y déjame en paz. Será mejor para ambas.Sus ojos se oscurecieron, y en su voz se coló un dejo de resentimiento:—Pero sigo sintiendo que mi esposa debería ser tú.Mi paciencia se agotó.—Lucas Delgado, lárgate. Estas palabras no te corresponden, y este lugar tampoco.Se levantó abatido, arrastrando los pies al salir.Observé su silueta alejarse sin sentir ni un latido de emoción.En ambas vidas, siempre vaciló entre dos mujeres, codiciándolo todo.Era claro: si Lucas y Camila ya vivían aquí, yo no tenía por qué quedarme.La casa de los Delgado nunca fue mi hogar.Al amanecer, empacé mis maletas y llamé a la puerta de la madre de Lucas.Le entregué una tarjeta bancaria:—Tía, gracias por todo estos años. Esto es lo que ahorré. Que sea mi gratitud.Ella parpadeó, rechazándola:—Ana, ¡no puede ser!—Tómalo— insistí, ya con las maletas en mano.—La universidad me espera. Me voy.No miré atrás.En la estación, l
Al fin y al cabo, me criaron. No podía ser demasiado despiadada.Después de reflexionarlo, compré el boleto de tren y regresé cargada de regalos.Al llegar a la casa de los Delgado, un grito agudo me cortó el aire:—¡Lucas Delgado! ¿Qué pretendes? ¡Llevo a tu hijo en el vientre, no vine a sufrir maltratos!Me quedé paralizada. Camila, con su prominente vientre, escupía insultos a Lucas, quien, pálido de ira, solo atinaba a suplicar con voz temblorosa:—Cariño, cálmate... el médico dijo que el estrés daña al bebé...—¡Exijo ese abrigo! ¡Cómpralo ahora!—Camila... el próximo mes, ¿sí? Ya gasté mi salario.La vi agarrar a Lucas del brazo con furia:—¡Patético! Sigue siendo un teniente mediocre... ¿O acaso le diste el dinero a ella?El rostro de Lucas se demudó:—¡Jamás! Hace meses que no la contacto.—¿Me tomas por tonta? —aulló Camila, golpeándole el pecho— ¡Tus cartas secretas a Ana lo prueban! ¡Solo la amas a ella!Lucas, exasperado, gritó:—¡Te digo que no!Observé el espect
El director nos observó a Lucas y a mí, reflexionó un momento y declaró:—Sr. Delgado, dado que no tiene relación legal con la estudiante Ana Fuentes, no puede solicitar su retiro.Finalmente pude respirar aliviada.Lucas intentó protestar, pero el director lo interrumpió:—Sr. Delgado, si no hay más asuntos. Le ruego que se retire. Tengo trabajo pendiente.En los días siguientes, Lucas persistió como una sombra.Sus constantes acosos afectaron mi concentración en los estudios.Pero lo peor fue cuando Camila también apareció.—¡Lucas, por favor! ¡Regresemos a divorciarnos! No quiero robarle el esposo a mi hermana. Soy una mala persona.Se aferraba a la camisa de Lucas, sollozando convulsivamente.Él la abrazó con ternura, acariciando su espalda:—Tranquila. No es tu culpa. Regresaremos ahora. Yo te he hecho sufrir.Camila, llorando dramáticamente, fingió arrodillarse ante mí:—¡Hermana, perdónanos! ¡No estés enojada con Lucas! ¡Todo fue un malentendido!—¡No te arrodilles! —L






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