Durante mi hospitalización, no dejaron de venir visitas.Familiares, amigos, colegas, todos pasaron a verme.Todos, menos él.Leonardo González, mi novio desde hace diez años, solo llamó una vez.—La pequeña está llorando mucho, no puedo dejarla sola. Cuídate, ¿sí? Ya no te entretengo, que no quiere comer y dice que solo quiere que yo le dé la comida. Qué cabeza la suya.Qué triste.Una década de relación, y para él, incluso el almuerzo de su sobrina es más importante que mi vida.Y pensar que al principio fue él quien se enamoró de mí en secreto, que se armó de valor y me persiguió con determinación.Cuando inventaron rumores asquerosos sobre mí, él se peleó con el responsable y casi lo expulsan.Me encantaban las empanadas de camarón de la zona vieja, y él iba por ellas sin importar la lluvia o el sol.Siempre fui un desastre en matemáticas, y aunque siempre lo atrasaba, él se quedaba hasta la madrugada organizando mis errores, explicándome todo con esa paciencia suya que parecía no
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