En este momento, su expresión autocomplaciente era la amenaza más aterradora que había visto.Él me arruinó la vida, y ahora pretendía vivir en la casa de mis padres.¡Si no fuera por él, nunca me habría ido, y mis padres seguirían vivos!—¡Lárgate! ¡No te venderé esta casa! ¡Y mucho menos permitiré que la profanes viviendo aquí! ¡Fuera!Me dirigí a las escaleras para alejarme de Adrián, pero él me siguió obstinadamente.Durante la discusión, resbalé y estuve a punto de caer por las escaleras.En el último momento, Adrián extendió la mano para sujetarme.Pero él, en cambio, rodó escaleras abajo con un estruendo sordo.—¡Aaah…!Un grito de dolor.Se retorcía en el suelo, abrazándose la pierna derecha.Lo observé fríamente, sin inmutarme.Entonces, apareció una persona inesperada.—¡Adrián!Era Lucía Mendoza.Había seguido a Adrián hasta aquí.La miré con asombro.Ella, entre la desesperación y la furia, gritó:—¡Fuiste tú! ¡Lo empujaste! ¡Lo vi con mis propios ojos! ¡Ll
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