¿Santiago había llegado a esta ciudad? ¿Y había tenido un accidente por exceso de velocidad?—¿Señorita Ruiz? ¿Me escucha? —La voz de la enfermera me sacó del ensueño cuando, después de un rato sin responder, volvió a hablar.Respiré hondo, con un nudo en la garganta y mil emociones revueltas, pero le respondí con firmeza:—Disculpe, ya no estoy con él. Hoy me caso y no puedo ir. ¿Podría contactar a algún familiar o amigo cercano?Colgué sin esperar respuesta.Aunque intuía que la llegada de Santiago a esta ciudad tenía que ver conmigo, como dije, ya no éramos nada. No podía ni quería involucrarme más.Además, él tenía a tanta gente a su alrededor, no le hacía falta yo.La boda era un hervidero de gente, familiares y amigos llenaban el salón.Vestida con un vestido largo de cola, tomé el brazo de mi abuelo y, paso a paso, me dirigí hacia Leandro.Mi abuelo siempre había esperado que encontrara alguien con quien compartir la vida. Pero al ver ese día llegar, vi sus ojos vidriosos, emoci
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