Él se sentía culpable por no haber cuidado bien de su hija: era su error.—Ya no me duele, papá. —dijo Sofía con voz suave.Sofía era obediente y sensible. Tiró del brazo de su padre.—Papá, ya no regañes a mamá. Ella no tiene amigos, solo nos tiene a nosotros.Sebastián sonrió.—No se preocupen. Voy a cuidar bien de mamá, voy a quererla de verdad y no voy a dejar que se aleje de ustedes.En la esquina de la escalera, Carolina sostenía un vaso de leche, dispuesta a llevárselo a los niños.Al oír esas palabras, su corazón, que ya había estado herido toda la noche, volvió a desgarrarse.¿Cómo podía importarle tanto Valeria...?Se tocó el vientre que ya no era plano, marcado por haberle dado hijos a él.Y ahora, sus hijos, su amor... todos se inclinaban hacia otra mujer.Sobre todo, Sebastián.¿Cómo podía decidir seguir con Valeria?—¡Sebastián, Sofía, Santiago! —Carolina cambió su expresión, y desde no muy lejos les sonrió—. He preparado el desayuno, y la leche ya está lista, ¿vamos a co
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