Ariana no respondió, solo le clavó los dientes a los dedos de Ignacio. Los mordió con toda su rabia, como queriendo desahogar en ellos su completa furia.Ignacio sintió el dolor, pero no la soltó. Al contrario, le agarró la cara con una mano y, con esa voz suave , le preguntó:—¿Cuándo aprendiste a morder, eh?Ariana apretó aún más.Ignacio, sujetándola con firmeza, la forzó a soltar su mordida.—¿Quieres que te desquite la jugada? Yo también puedo morderte, ¿qué dices? —Ignacio le agarró el mentón con una media sonrisa en los labios, su voz grave y llena de maña—. Y hacerte suplicar que te suelte.—¡Suéltame! —Ariana intentó zafarse, con los ojos llenos de furia.Mientras más se resistía, más crecía en Ignacio el antojo de domarla, de verla rendida por completo, transformando su lucha en una sumisión total.Con una mano en su cintura, la acercó a su cuerpo. Ariana volvió a resistirse, y él, con voz baja, la amenazó:—Como sigas moviéndote, no me va a importar hacer algo aquí mismo.Ar
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