Diego se burló con desdén, levantó sus ojos negros con aire elegante y perezoso, mirándola con cierta burla.—Secretaria-asistente, el sueldo de un mes no te alcanza ni para comprar un bolso.—Así es, no se compara con usted que con solo mover la mano compra toda una galería para hacer una exposición.Diego pareció entender algo, arrugó la frente con irritación en los ojos.—Entonces, ¿estás tan lastimada y aun así vas a trabajar de asistente porque te molesta que gaste dinero en otra mujer?María torció la boca, con una expresión más calmada que nunca.¿Qué importaba si era propiedad matrimonial? Si ya no le importaba él como persona, ¿por qué le importarían otras cosas?—Te equivocas, ¡ya no me interesa ser esta señora Ramírez! Como me preparo para irme sin nada, si no trabajo, ¿cómo me voy a mantener?Al escuchar esto, Diego sintió como si algo le hubiera golpeado el pecho, apretó los labios, y sus ojos profundos se volvieron helados.—¿¡Qué quieres decir con que ya no te interesa!?
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