Para Samantha, Bruno era una persona llena de contradicciones.Sus movimientos, en los momentos de entrega, siempre eran delicados.Pero sus besos eran otra historia. Eran la embestida de una fiera hambrienta en el desierto, llenos de una fuerza dominante y casi salvaje.Varias veces llegó a pensar que iba a devorarla, a consumirla.En aquella ciudad tan deslumbrante y superficial, se ahogaba una y otra vez en esa calidez intermitente que él le ofrecía, como un cachorro perdido, sin saber a dónde ir.Un relámpago que iluminó la ventana la sacó de su ensoñación. Sintió cómo algo dentro de ella se tensaba. Se aferró por instinto a su cabello, negro y sedoso.Desde que volvieron a la capital, él ya no llevaba el cabello rojizo y un poco largo de la primera vez que lo vio. Ahora lo tenía corto, un corte definido y de color negro.De pronto, pensó que, para ciertas cosas, el cabello largo era mucho más práctico. Su mirada se perdió por un instante con esa idea.—¿En qué piensas?Al notar su
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