—¡Ay, Marcos, qué modesto eres! Si se nota a leguas que tienes muy bien físico, ¿eh? —¡Pues claro que estás fuerte! Si no, ¿cómo ibas a ser bombero?—A ver, a ver... deja que la tía compruebe con la mano si de verdad tienes músculos...Mientras hablaba, su tono se volvía más... raro. Hasta que, de repente, me metió la mano directo en el pecho.Todo pasó tan rápido que no pude reaccionar a tiempo.—¡Si sí estás duro! —dijo, retirando la mano con agilidad. Su rostro se iluminó aún más, y su voz sonaba casi emocionada.—A-a... señora, ¿qué... qué está haciendo? —pregunté, retrocediendo por puro instinto. Su actitud me ponía cada vez más nervioso.—Ay, disculpa, Marcos —respondió, sin perder la sonrisa—. Es que me emocioné. Oye, al venir solo... ¿estás soltero, verdad?—Bueno... sí, se podría decir.Después de todo, Elena había aceptado el divorcio. Técnicamente, lo estaba.Pero una sensación de inquietud me recorría la espalda. ¿Por qué no se iba? Ya habíamos firmado y pagado.—¡Qué bie
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