—Esa prenda que tiene en las manos es de edición de lujo, ¿verdad? La vi en la televisión hace poco, ¡debe valer una barbaridad! Si tan solo tuviera la oportunidad de ponerme algo así, sería un sueño inalcanzable...Lorena dijo esto y, de inmediato, su expresión se apagó. Bajó la mirada, con aire de resignación.Alberto, al notar su gesto de tristeza, se acercó a mí y, con tono grave y exigente, comentó:—Si a Lorena le gusta el vestido, deberías dárselo.Una ola de furia me subió por el cuerpo en ese instante.—¿Qué? ¿Por qué?Pero Alberto, sin perder la calma, respondió con seguridad:—Total, de todas formas me vas a terminar eligiendo a mí, ¿no? ¿Qué más da lo que te pongas? ¡Si es para que yo te vea, y punto!—Y además, Lorena se lastimó por tu culpa, ¿qué te cuesta darle un vestido? Si quieres, te pago el dinero y listo.No pude evitar soltar una risa sarcástica.—¿Quién dijo que me voy a comprometer contigo?Alberto parpadeó, claramente sorprendido, pero rápidamente se repuso, es
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