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Capítulo 2

Penulis: Vega Cielo
En ese instante, una figura desconocida irrumpió de repente, corriendo hacia mí con un cuchillo en la mano.

Solté un grito ahogado del susto, y el pánico me hizo retroceder de inmediato.

Alberto reaccionó al momento. Con la destreza que le daban los años de entrenamiento, se lanzó al frente, se interpuso entre el atacante y yo, y, con un golpe certero, logró que el cuchillo cayera al suelo, derribando al agresor.

Sin embargo, justo cuando creía que todo había terminado, Lorena soltó un alarido y se desplomó en el suelo, retorciéndose de dolor.

Vi que otro desconocido le había hecho un corte en la pierna con un cuchillo.

Alberto vaciló por un segundo, pero enseguida corrió hacia ella para protegerla.

Yo observaba la escena, sintiendo cómo mi corazón se congelaba poco a poco.

Mientras tanto, el hombre que me había atacado me vio desprotegida y se abalanzó sobre mí con el cuchillo levantado.

Cuando el filo estaba a punto de atravesar mi pecho, una figura apareció de la nada y derribó al atacante con una patada fulminante.

Abrí los ojos y vi que era Leonardo.

Al notar que su plan había fracasado, los dos asesinos intentaron huir de inmediato.

Leonardo, con el rostro tenso y frío, miró a Alberto y le gritó:

—¡Alberto, ¿se te olvidó tu misión?! Si algo le pasa a la señorita, ¿quién va a pagar las consecuencias?

Alberto mostró sorpresa por un instante, pero luego se encogió de hombros, con total indiferencia.

—¿Y qué tiene? Si todo está bien. Además, Lorena se lastimó por culpa de Andrea. No me voy a quedar de brazos cruzados.

La cara de Leonardo se le ensombreció aún más al escuchar esto. Avanzó y le soltó un puñetazo a Alberto en la cara.

—¿Así que vas a pasar por encima de la seguridad de la señorita? ¿Olvidaste por qué el señor Navarro nos adoptó?

—El señor nos trató como a sus propios hijos. ¿Por una simple mujer vas a echar por la borda esa lealtad?

Alberto, aunque algo avergonzado, no soportó ni el golpe ni los reproches. Con la sangre hirviendo, se fueron a los golpes.

Vi la escena y rápidamente traté de separarlos.

Justo en ese momento, Lorena soltó un grito de dolor.

—¡Alberto, me duele mucho!

Alberto, al escucharla, dejó de pelear al instante. Sin pensarlo dos veces, la levantó en brazos con urgencia y se marchó apresuradamente.

Leonardo, con el rostro todavía rígido, se giró hacia mí, y pude ver la furia en sus ojos.

—¿Por qué me detuviste? Si él te trató tan mal, ¿por qué te preocupas por un idiota así? —dijo, con la voz temblándole por la rabia.

Tenía los ojos llenos de ira, como si la rabia lo desbordara por completo.

—No es eso...

—¡No hace falta que expliques! —Me interrumpió, su tono cada vez más cortante—. Si lo elegiste a él, entonces haz lo que quieras.

Rápidamente traté de aclarar:

—¡No lo elegí a él!

Al escucharme, él se quedó en silencio por un momento, sorprendido, pero pronto su expresión se apagó.

—Siempre te ha gustado él. Todo el mundo lo da por hecho. Si no lo eliges a él, ¿entonces a quién más vas a elegir? Está bien, da igual a quién elijas.

Y con esas palabras, se dio la vuelta y se alejó dando la espalda.

Vi cómo se iba con paso pesado, y una punzada de dolor y duda me recorrió el pecho.

¿Y si él supiera que el hombre que elegí como prometido es él? ¿Cómo reaccionaría?

Esa idea me dejó pensativa, y, de alguna forma, me dio un vuelco el corazón.

Al día siguiente, mi padre mandó traer varios vestidos para el compromiso para que yo eligiera uno.

Justo cuando estaba por tomar uno, vi a Alberto entrar a la sala, apoyándose en su brazo, con Lorena, que caminaba cojeando visiblemente.

—¡Qué belleza de vestido!

Pero, apenas la chispa se desvaneció, agregó:

—Qué lástima, con mi situación, jamás podré tener algo tan bonito.

Al escuchar esto, Alberto se mostró profundamente conmovido. La abrazó con cariño y le dijo:

—Lorena, no digas esas cosas. Lo que se te antoje, yo te lo compro.

Preferí no intervenir, pero Lorena no se dio por vencida y siguió insistiendo.
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