¿Cuáles Son Los Libros Apócrifos Y Por Qué Fueron Excluidos?

Siempre me ha interesado la historia detrás de los textos, así que cuando me preguntan por los libros apócrifos me gusta explicar el tema con criterios claros y ejemplos. En primer lugar, el término 'apócrifo' suele significar «oculto» o «de dudosa autenticidad»; en contextos católicos se suele usar «deuterocanónico» para ciertos libros que la Iglesia dejó dentro del canon pese a que el judaísmo rabínico posterior no los aceptó. Piensa en el 'Libro de Judit', el 'Segundo Libro de los Macabeos' o la 'Carta de Jeremías' —estos están en la Septuaginta y en la Biblia católica, pero no en la Biblia hebrea.

Después están los textos que la Iglesia primitiva no llegó a incorporar: el 'Evangelio de Pedro', el 'Evangelio de María' o el 'Apocalipsis de Pedro'. Las razones de exclusión aparecen en varias categorías: falta de apostolicidad (no proceden de un apóstol ni de alguien cercano a ellos), problemas de doctrina (ideas contradictorias con la teología que se consideró ortodoxa), datación tardía y uso limitado en la liturgia o en comunidades amplias. Además, descubrimientos como los manuscritos de Nag Hammadi o los Rollos del Mar Muerto cambiaron la perspectiva: revelaron diversidad cristiana y judía, pero también ofrecieron pruebas de por qué ciertas agrupaciones rechazaron esos textos.

Finalmente, vale la pena recordar que el canon varía: lo que es apócrifo para un protestante puede ser canónico para un católico u ortodoxo. Esa pluralidad me parece una de las lecciones más ricas: las comunidades definen sus límites leyendo, debatiendo y actuando, no por decreto mágico. Si te atrae el tema, comparar traducciones y leer estudios de historiadores y teólogos te dará una imagen más completa.

Cuando me hablan de libros apócrifos, lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de manuscritos olvidados que compiten por ser escuchados. En pocas palabras: son textos relacionados con la tradición bíblica que, por dudas sobre autoría, fecha, uso litúrgico o doctrina, no pasaron a formar parte del canon aceptado por ciertas iglesias. Algunos, como el 'Pastor de Hermas' o la 'Didaché', fueron leídos por comunidades tempranas y hasta considerados valiosos, pero al final no todos alcanzaron el estatus de 'escritura inspirada'.

Lo curioso es que la historia no es uniforme: la Iglesia católica añadió algunos de estos libros (los llama deuterocanónicos) porque estaban en la traducción griega de la Biblia —la Septuaginta— mientras que el canon hebreo y luego el protestantismo optaron por excluirlos. Otros textos fueron descartados por enseñanzas que parecían contrarias a la teología mayoritaria o porque aparecieron mucho después de los acontecimientos narrados. Si te interesa empezar, te recomiendo leer una introducción general y luego un par de textos: comparar un fragmento del 'Evangelio de Tomás' con uno sinóptico cambia la manera de ver las primeras décadas cristianas, y leer las razones de los concilios te da contexto para entender por qué algo fue aceptado o no.

En una biblioteca polvorienta, un volumen sin lomo llamó mi atención y me lanzó a una cadena de lecturas que duró semanas: ahí conocí textos que la historia académica y religiosa llama 'apócrifos'. Para mí, los libros apócrifos son obras religiosas o históricas que circularon al lado de las Escrituras aceptadas pero que, por varias razones, no entraron en el canon oficial de ciertas comunidades. Algunos ejemplos clásicos que suelo mencionar cuando hablo con amigos son el 'Libro de Tobit', la 'Sabiduría de Salomón', el 'Sirácides' (o 'Eclesiástico') y textos cristianos tempranos como el 'Evangelio de Tomás' o el 'Pastor de Hermas'.

Lo que fascinó mi curiosidad fue entender por qué fueron excluidos: muchas veces se trató de dudas sobre la autoría (eran anónimos o atribuídos a figuras famosas sin pruebas), fechas tardías que los alejaban de los orígenes apostólicos, o doctrinas que chocaban con la teología que había ido emergiendo en las comunidades. Por ejemplo, algunos evangelios contienen enseñanzas que suenan muy gnósticas, eso levantó banderas rojas. Además, en la práctica litúrgica muchas comunidades no usaban esos textos, y la ausencia de uso frecuente también pesó en la decisión.

Me gusta pensar en todo esto como en una conversación largo-larga entre libros, comunidades y circunstancias históricas: el canon no se formó de una sola vez, sino que fue fruto de debates, concilios (como Hipona y Cartago), tradiciones regionales y, más tarde, reacciones como la Reforma, que cambiaron qué textos se consideraban sagrados. Si te pica el gusanillo, hoy hay ediciones accesibles y comparativas —leer un pasaje del 'Evangelio de Tomás' al lado de un paralelo canónico te da una perspectiva divertida y reveladora.