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Capítulo 02

Author: María Luisa Bombal
Al llegar a la boutique de novias, una asistente recibió cordialmente a Benjamín y Valeria y los invitó a pasar para cambiarse de ropa.

Benjamín fue el primero en salir del probador, robándose sin esfuerzo las miradas de todas las empleadas.

Alto, de postura recta y cuerpo firme por años de ejercicio, lucía como un modelo salido de revista.

El traje oscuro, hecho a medida, abrazaba su silueta perfecta; la corbata impecablemente anudada, la elegancia en su máxima expresión.

Valeria, vestida con la falda de novia que había soñado durante años, se quedó de pie en silencio al ver la escena.

Benjamín estaba sentado en una silla revisando su celular. No alzó la vista.

Y entonces lo vio.

Un mensaje apareció la pantalla del teléfono de Benjamín.

"Benja, me duele el estómago… ¿puedes venir a buscarme?"

Él no había respondido aún, pero segundos después llegó otro mensaje.

"Olvídalo, sé que hoy tienes sesión de fotos con Valeria. Me voy sola, no te preocupes."

Y acto seguido, el mensaje fue eliminado.

Valeria soltó una risa seca.

¿Quién elimina un mensaje varios minutos después de enviarlo? Solo quien quiere ser descubierta.

Benjamín dudó un momento antes de contestar:

"Yo veo si puedo. Mándame tu ubicación."

Valeria apretó con fuerza la tela de su vestido, tanto que sus nudillos se pusieron blancos.

Le dolía el pecho. Literalmente. Sentía que le faltaba el aire.

Sí. Al final, él seguía sin poder rechazarla.

Ella se agachó, respirando con dificultad. Fue entonces cuando Benjamín, al fin, notó algo extraño.

—Valeria, ¿qué te pasa? ¿Te duele algo? Vamos al hospital ahora mismo.

Él parecía tan preocupado como siempre, como si nada hubiera cambiado.

Pero Valeria ya no se dejaba engañar.

¿Era preocupación real… o solo buscaba un pretexto para salir corriendo con esa mujer?

Ella respiró hondo, tragándose las emociones.

—No es nada, solo estoy un poco cansada. Mejor llévame a casa.

—Claro, vamos. —Benjamín informó brevemente a la encargada de la tienda y salió con ella.

Pero justo cuando estaban saliendo, el celular de Benjamín vibró de nuevo. Él lo revisó, su expresión se tensó.

Guardó el teléfono rápidamente y, con evidente urgencia, le hizo señas:

—Valeria, surgió algo en la empresa. No puedo quedarme contigo en casa. ¿Te parece si te dejo y luego regreso?

Valeria lo miró con una sonrisa débil y fingida.

—No te preocupes. Ya me siento mejor. Tomaré un taxi.

Benjamín insistió, tomando su mano entre las suyas. Sus ojos, aparentemente sinceros, se hundieron en los de ella.

—No importa la empresa. Tú eres más importante.

—De verdad, estoy bien —repitió ella, suave pero firme.

Él la observó unos segundos y, al ver que su rostro ya no estaba tan pálido, asintió.

—Descansa, ¿sí? Regresaré lo antes posible.

Valeria lo despidió con un gesto.

Tan pronto él se marchó, ella levantó la mano y detuvo un taxi.

—Siga ese auto.

El cielo ya estaba oscureciendo cuando vio a Benjamín bajarse frente a la playa.

Una figura femenina salió corriendo y se lanzó a sus brazos.

Valeria se quedó helada.

¡Era Julieta Montalvo!

La primera novia de Benjamín, su gran amor de juventud.

En la universidad todos hablaban de ellos. Eran inseparables.

Después Julieta se fue del país sin avisar, y nunca más se supo de ella…

Hasta ahora.

Valeria observó cómo Julieta lo abrazaba con una sonrisa resplandeciente.

Sus ojos húmedos y grandes, como los de un venado asustado pero encantador.

—Benja, sabía que vendrías. Te he estado esperando todo este tiempo…

Benjamín la miró de arriba abajo. Su mirada, normalmente afilada, se volvió suave.

—¿No estabas con dolor de estómago?

—Se me quitó cuando te vi —dijo ella con picardía.

Él sonrió con ternura.

—Eres una mentirosa. Pero no vuelvas a hacerme esto, me haces preocupar.

Julieta hizo un puchero, jugueteando con sus dedos sobre la manga del traje de él.

—Lo siento, solo te extrañaba demasiado. Perdón si interrumpí tu sesión con Valeria…

Benjamín acarició sus labios con el pulgar, con delicadeza.

—Está bien… mientras no lo repitas.

Entonces, Julieta le tomó del cuello de la camisa con una sonrisa coqueta.

—Ven, tengo una sorpresa para ti.

Y tomados de la mano, se alejaron caminando por la arena hacia una cabaña frente al mar.

Valeria, escondida entre los árboles, sintió cómo sus uñas se enterraban en las palmas de las manos.

Pero no le importó.

Sus lágrimas ardían, deslizándose por sus mejillas.

Había pensado que sería capaz de soportarlo…

Pero verlos juntos, así… le partía el alma.

Recordó los días en que Benjamín parecía amarla más que a nada.

Cuando la respetaba, la cuidaba, la deseaba pero se contenía por amor.

—Quiero que lo más precioso entre nosotros sea en nuestra noche de bodas —le había susurrado una vez—. Por ti, puedo esperar.

Incluso esa noche, la primera vez, había sido tierno y paciente.

Acariciándola con dulzura, enterrando el rostro en su cuello.

—Valeria, prométeme que nunca me dejarás. Te amo —le había dicho.

Y en ese momento, ella creyó que perder la audición había valido la pena.

Porque él lo merecía.

Pero ahora…

Benjamín había roto su promesa.

Había dejado de amarla.

Y ella, por fin, también lo haría.

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