La oscuridad nocturna envolvía la ciudad. A través de los cristales, las luces cálidas del restaurante se fundían con los tonos fríos de la calle, creando una atmósfera de ensueño hermoso.Celia y Alfredo ya habían terminado su cena agradable. Ella hizo una seña al mesero para pedir la cuenta.—Esta vez no hubo engaño —comentó Alfredo, entrelazando sus dedos bajo el mentón con una sonrisa satisfecha—. Cumplí mi promesa de dejarte pagar.—Quedé satisfecha —respondió ella, correspondiendo a su sonrisa.Al salir, Alfredo sostuvo la puerta con caballerosidad, y Celia le agradeció como una dama elegante.—¿Dónde dejaste el auto? —le preguntó él mientras revisaba su celular.—Es que no encontré ningún espacio aquí cuando llegué. Lo dejé en esa bajada al final de la calle.—Está bien. Te acompaño.Celia se giró para decirle algo y, en ese mismo instante, una motocicleta apareció de la nada a toda velocidad.—¡Cuidado! —Alfredo la jaló hacia sí con fuerza.Celia cayó contra su pecho justo cuan
Rosa permaneció petrificada durante varios segundos, incapaz de procesar lo que estaba viendo. En ese preciso instante, Jacob apareció corriendo con varios miembros del personal médico.—¡Señora! —gritó él, visiblemente preocupado.Los enfermeros se apresuraron a separar a Nieve de la atónita Rosa.—¡Quiero a mi niña! —Lloriqueaba Nieve mientras forcejeaba.—¡Aquí está! Señora, ¡mire! Jacob sacó rápidamente la muñeca que llevaba consigo y se la entregó a Nieve. Al ver la muñeca, ella se tranquilizó inmediatamente, abrazándola con fuerza contra su pecho como si temiera que alguien se la arrebatara de nuevo.—No temas, mi amor... Soy tu mamá… Te protegeré... —murmuraba ella mecánicamente.Jacob se secó la frente con la mano, aliviado por haber evitado un incidente mayor. Al notar la expresión de susto en la cara de Rosa, se le acercó para disculparse.—Mil perdones por el susto, señora. Espero que ella no la haya asustado demasiado.Rosa finalmente volvió en sí, parpadeando varias veces
—Sira, ¿estás enojada? Lo siento, es que me duele lo injusto que es esto para ti y por eso te llamé… —Rocío se arrepintió al notar el silencio de Sira, temiendo haberla ofendido con estas palabras bastante hirientes.Sira forzó una risa nada sincera antes de responder.—No te preocupes. Puedo comprenderlo. Después de todo, César y yo ya llevamos seis años separados...—¿Y qué? ¡Muchas parejas se reconcilian después de años! Sira, escucha, ¡tienes que esforzarte más por ser mi cuñada! —Insistió Rocío emocionada.—Claro.Al colgar, Sira se quitó de la máscara de suavidad. Se acercó al hombre en la cama.—Celia pidió romper con César, pero este se negó a hacerlo. ¿Sigues dispuesto a colaborar conmigo? —le preguntó al hombre con voz melodiosa. Él se puso la chaqueta del traje con calma.—Por supuesto.De pronto, se volvió hacia Sira y le tomó el mentón con fuerza.—Pero recuerda, nunca lastimes a Celia.Sira sonrió con dulzura fingida.—Como ordenes.Cuando se quedó sola, su expresión se
Un destello de lástima pasó fugazmente por los ojos de Valeria. Pero sabía perfectamente que, en cuestiones del amor, nada se podía forzar. Esos seis años de matrimonio que Celia había obtenido, con su favor de haber salvado a César hacía años, también habían sucumbido ante una verdad cruel pero innegable: Lo forzado nunca da frutos.Mientras Celia y Valeria se alejaban, Rocío apareció de detrás de una columna, boquiabierta.¿Divorcio? ¿Había escuchado mal? ¿Esa perra de Celia quería a divorciarse de César? Ahora todo tenía sentido… No era de extrañar que, por más que la insultara, Celia siempre permaneciera indiferente.—¡Esto no puede ser! —murmuró.Al obtener el paradero de César de una sirvienta, decidió ir al campo de golf donde él estaba.***Vestido de sport, César tenía cada ángulo bien calculado con precisión quirúrgica. Estaba muy familiarizado con todos los obstáculos en cada ruta. Con la fuerza adecuada, golpeó la pelota. Con solo dos golpes, logró meter la bola en el hoyo.
Pasaron unos segundos antes de que Celia reaccionara, se rio de sí misma con amargura. Su voz sonó áspera al hablar.—Hace tanto que no la preparo… Ya perdí la práctica. —No es falta de práctica —replicó él de manera directa—. Es que ya no quieres preparármela, ¿cierto?Celia lo miró desconcertada. En los seis años de su matrimonio, nunca lo había visto con ese aire desalentado. Al menos, nunca lo había mostrado frente a ella.No sabía cuánto él había bebido exactamente esa noche, pero estaba claro que no estaba tan ebrio como para perder la lucidez. Él parecía estar sobrio, incluso más sobrio que nunca…Ella apretó los puños y desvió la mirada.—Está bien. Puedo prepararte la sopa, pero con una condición: a partir de hoy, mantente lejos de lo de Carlos.La mirada de César se clavó en ella.—¿Solo me pides eso?—Quiero tu promesa.Observó cómo ella encendió la grabadora de su celular. Apoyó los codos en la barra, con una sonrisa en sus ojos.—Claro. —Aceptó su petición sin dudar nada
Los ojos de Celia se contrajeron drásticamente. Intentó resistirse por instinto, pero él ya lo había previsto. La arrinconó entre la puerta y su pecho.Su beso ardía, así como su piel.La última vez que él había perdido el control así fue cuando lo drogó Rocío. ¿Acaso ahora también...?En un arranque de desesperación, Celia levantó la mano para intentar darle una cachetada. Sin embargo, no alcanzó su mejilla, en vez de eso, lo golpeó en la oreja izquierda.—César Herrera, ¡abre los ojos y mírame bien! ¡Yo no soy Sira! —gritó histéricamente, fulminando al hombre que había apartado la cabeza por el golpe.Los músculos de su mandíbula se tensaron, pero no le respondió. Se tocó la comisura de los labios, donde ella le había dejado una marca color rojo.Al recuperar la compostura, Celia comprendió que había reaccionado exageradamente. Intentó calmarse y buscó una excusa.—Pues, César… No... no solías ser así. Este cambio me desconcertó…Él siguió guardando silencio. Tras un largo momento, s