LOGINDespués de dos años de matrimonio, Camila Rivas descubrió al intentar obtener nuevamente su certificado de matrimonio que el preciado papel que había guardado con tanto cariño era falso... Quiso confrontar a su esposo Alejandro Jiménez, pero escuchó algo que la dejó sin palabras: el hombre que la había cuidado con tanto amor durante seis años, ya estaba casado desde hacía cinco años con su profesora, que era seis años mayor que él. No solo había sido su escudo humano, sino que además, él le había asignado la culpa de no poder tener hijos, mientras adoptaba a sus hijos. Con el estómago revuelto, Camila llamó a su abogado encargado de heredar la fortuna. —Soltera, sin hijos, toda la herencia es mía. Camila decidió alejarse de la familia Jiménez, y Alejandro, confiado en que ella no tenía a dónde ir, esperaba tranquilo que regresara a rogarle. Sin embargo, un día, Camila apareció en los titulares de todos los medios del país, en una noticia sobre un matrimonio arreglado. Ahora, ella estaba acompañada de un hombre en la cima del poder, compartiendo el escenario bajo los reflectores, recibiendo la admiración y los mejores deseos de todo el mundo...
View MoreLlevaban ahí plantados bastante tiempo y a Andrés ya se le había agotado la paciencia de seguir con el espectáculo.Soltó un suspiro corto, con una burla aún más evidente en los ojos.—Tranquilo, ya vienen en camino.Camila revisó la hora con total calma antes de responder.Y apenas terminó de hablar, la puerta del salón se abrió de golpe.El cuerpo relajado de Andrés se tensó al instante.Los accionistas centrales de la Corporación Díaz eran siete en total.Él, Patricia, Camila y los otros cuatro que eran aliados férreos de Patricia, gente que jamás se presentaría en una ocasión como esta.Pero quienes entraron fueron justamente dos de esos cuatro.Eran dos hombres de más de cincuenta, trajeados, con pasos apurados. Entraron sin atreverse a mirar a Andrés siquiera, se sentaron con el rostro completamente apagado y además lo hicieron del lado de Camila.Andrés se quedó sin palabras.Respiró hondo, apoyó las manos en la mesa de juntas y sintió que nada tenía sentido.Pensó: "¿Qué demoni
—Señor Gabriel.Camila estaba a punto de explicarle lo de Alejandro, pero Gabriel habló antes.Su tono era tranquilo al decir:—Tus asuntos personales no los voy a preguntar ni a interferir. Pero ahora tenemos un compromiso de matrimonio. Confío en que podrás resolver todo lo que quedó atrás.No hubo preguntas ni exigencias, y eso hizo que a Camila le subiera una sensación de culpa.Pensó que, con la posición de Gabriel, quizá le importaría su pasado o incluso pediría detalles. Pero él no preguntó nada.—Voy a arreglar todo lo antes posible. Créame.En ese instante Camila entendió que él sí se tomaba en serio ese compromiso, incluso la trataba con respeto.Gabriel asintió. En el fondo, una leve inquietud lo rozó por dentro.Él había investigado a Camila. Seis años de relación no eran poca cosa para nadie. Pensó: "¿Seguirá sin poder soltar a ese hombre llamado Alejandro?"Reprimió ese malestar difícil de nombrar y solo añadió con calma:—Si necesitas ayuda, no dudes en decirlo.Camila r
Camila asintió. Recordó que Gabriel no era de comer dulce y le preguntó si podía comer picante.Al ver que el hombre se detuvo un instante, lo entendió y agregó:—Está bien, lo tengo claro. No come dulce y tampoco puede con lo picante.—Puedo comer un poco, no pasa nada —dijo Gabriel.Él no era exigente para comer, aunque en realidad no le gustaban los sabores demasiado fuertes.Camila no dijo más. Se puso el delantal y empezó a cocinar.La cocina era semiabierta y se podía ver de principio a fin la figura ocupada de la mujer.La mirada de Gabriel no podía apartarse de Camila.Y, de repente, entendió un poco a sus dos abuelos que vivían insistiendo en que se casara.En las familias poderosas, los sentimientos siempre estaban por debajo de los intereses. Los padres de Gabriel se habían separado antes de que él naciera.En la familia Torres, solo el abuelo y la abuela Torres habían sido realmente una pareja unida, que se acompañó casi toda la vida.Las palabras de la abuela resonaron de
Camila estaba hablando cuando vio que la empleada que había estado atendiendo a la abuela Torres los miraba de reojo desde un costado.Le hizo una señal con los ojos a Gabriel. Gabriel apenas ladeó la mirada, pero sin necesidad de ver ya había imaginado lo que estaba pasando.—En mi casa estos dos son así. Con el tiempo te vas a acostumbrar. Si algún día no te va bien, puedes decir que no sin problema.Camila negó con la cabeza.—La verdad, hoy también quería verlo. Ya aseguré el proyecto de la Corporación Díaz y su apoyo fue clave. Quería agradecerle.—Es algo mínimo. No hace falta tanta cortesía—respondió Gabriel en voz baja.—No es cortesía. De verdad quiero hacer algo por usted. Déjeme pensar, ¿qué puedo darle para agradecerle? —dijo Camila, casi como si hablara para sí.Gabriel tenía todo, por un momento, no supo cómo agradecerle.—¿Agradecerme?Gabriel no esperaba que Camila dijera eso y sintió una leve expectativa que lo tomó por sorpresa.—¿Ya cenó?Camila pensó un instante y s






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