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Capítulo 30

Auteur: Juan Pérez Rodríguez
Justo cuando Inés guardaba con cuidado su documento recuperado, una mano más se extendió de pronto, intentando arrebatárselo.

Sobresaltada, apenas tuvo tiempo de reaccionar. Pero antes de que la alcanzaran, una silueta alta y fría se plantó frente a ella como un escudo impenetrable.

El aire pareció detenerse.

Emiliano, con la mirada oscura, bajó la mano al quedar en el vacío. Su vista fue directamente a Sebastián, que ahora protegía a Inés.

—Señor Altamirano, ¿por qué insiste en meterse en los asuntos entre Inés y yo? —preguntó Emiliano con voz contenida pero cargada de enojo.

Sebastián no respondió. De pie frente a Inés, sólo giró el rostro para mirarlo de reojo. En sus ojos no había ni una pizca de emoción.

Inés, mientras tanto, resguardó el documento contra su pecho y dio un paso al frente.

—Emiliano, cuida tu lenguaje. ¿Qué asuntos hay entre tú y yo? Fuiste tú quien vino a arrebatarme mis cosas. El señor Altamirano sólo me está ayudando.

—Inés, lo hago por tu bien —replicó Emiliano
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