Durante mucho tiempo, Inés del Valle creyó que Emiliano Cornejo era su única luz en este mundo. Hasta que, mirándola directamente a los ojos, él le dijo con cruel indiferencia: —Mi compromiso con Mariana Altamirano no se cancelará. Si quieres, puedes seguir siendo mi amante. En ese instante, Inés despertó. Esa luz que tanto amaba, hacía mucho se había convertido en la sombra que la asfixiaba. Esa misma noche, se marchó de la casa sin volver la vista atrás. Todos pensaron que una huérfana como ella, sin el respaldo de los Cornejo, no tardaría en arrastrarse de vuelta, rogando por perdón. Pero entonces ocurrió lo inesperado. En plena ceremonia de compromiso entre los Cornejo y los Altamirano, Inés apareció vestida de rojo, del brazo del patriarca de los Altamirano, Sebastián Altamirano. Ya no era la mujer abandonada: ahora era la cuñada del novio. El salón entero quedó en shock. Emiliano, furioso, pensó que todo era una provocación. Dio un paso hacia ella… Y entonces una voz helada, firme como el acero, se dejó oír por encima de todos: —Atrévete a dar un paso más… y verás lo que pasa.
View MoreEn realidad, que un hombre se quitara la camisa y que cualquiera lo viera no tendría nada de especial.Pero ese hombre era Sebastián Altamirano.Y para Inés, los hombres bien vestidos, con traje y corbata, siempre habían sido su punto débil.Peor aún: desde la charla que había tenido con Zoraida días atrás, la manera en que miraba a Sebastián había cambiado por completo. Y justo coincidía que, desde entonces, él parecía haber encontrado un manual secreto para el amor, dedicándose a practicarlo con disciplina.En esos días, ya fuera en sus gestos o en su manera de hablar, se había vuelto aún más provocador que antes. Tanto que Inés sentía que su razón estaba al borde del colapso.Como ahora: Sebastián desabrochaba, uno a uno, los botones de su camisa, dejando al descubierto sus pectorales firmes, los abdominales marcados y la línea perfecta de su espalda. A Inés le ardía la cara, sintiendo que en cualquier momento le sangraría la nariz.Era una mezcla insoportable de dolor y placer.Seb
Al enterarse de que Mirna, con tal de lograr sus fines, había llegado al extremo de buscar directamente a Don Horacio para presionar a Sebastián, Inés no pudo evitar sentirse culpable con él.Sin embargo, Sebastián parecía no darle demasiada importancia.—Ya tenía ganas de conocer a tu madre —comentó con calma.Le acarició la cabeza con ternura y añadió.—La vez pasada en la rueda de prensa apenas hubo tiempo. Esta vez, en el Hotel Ascenso, habrá oportunidad de hablar tranquilamente con ella.—Pero mi mamá suele decir cosas que no son fáciles de escuchar. Y lo más probable es que otra vez saque a relucir a la familia Cornejo en cada frase. —Inés sabía bien cuáles eran las verdaderas intenciones de Mirna, pues ya se las había dejado claras en su visita anterior a la nueva casa.Sebastián, no obstante, seguía relajado.—No pasa nada. Si quiere hablar de los Cornejo, la escucho. Siempre y cuando también me escuche cuando sea mi turno de hablar.Inés se quedó sin palabras. No sabía si admi
—No me voy a enfadar —Don Federico, agitando la mano con calma—. Mientras observaba el distribución de asientos para el almuerzo del día siguiente en el Hotel Ascenso, en sus ojos apareció, por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa serena—. Sebastián es un genio desde joven, con un talento extraordinario. Que tenga carácter es natural. Y si mañana decide ponerse de parte de Inés aun a costa de incomodarme, eso solo demostrará que es un hombre leal. Como suegro, más que molestia, lo que siento es admiración.Hizo una pausa y preguntó:—Por cierto, ¿dónde están mis colecciones?Con todo detalle, Don Federico continuó.—Mañana será nuestro primer encuentro oficial con Sebastián. Los obsequios deben estar a la altura, lo mejor de lo mejor. Zacarías, revisa mi caja fuerte. Saca todo lo que sea digno de regalarse y entrégaselo a las empleadas para que lo preparen.—Sí, señor —respondió Zacarías, apresurándose a obedecer.Al instante, fue a abrir la caja fuerte y dio instrucciones para que
Zoraida lanzó su advertencia con toda la seriedad del mundo.Inés sonrió levemente.—Tranquila. Los derechos exclusivos de exhibición y la licencia exclusiva de mis obras siempre serán tuyos, igual que en los últimos años. Apenas termine la pieza, tú serás la primera a la que contacte.—Entonces me quedo tranquila. Aunque no me llames, apenas estén listos tus trabajos, yo voy a correr en cuanto lo sepa —respondió Zoraida con firmeza—. Porque pienso volcarme aún más en el trabajo, casi como una loca.Inés se sorprendió.—¿Quieres decir que ya no apartarás tiempo cada semana para acompañar a tus suegros?Y es que, durante los dos años desde que se casó con Elías, no importaba lo ocupada que estuviera, Zoraida siempre encontraba un espacio para estar con los padres de Elías: a veces les cocinaba, a veces los llevaba de viaje. Incluso los cuidaba con más esmero que a sus propios padres.Pero ahora, su actitud había cambiado.—Elías siempre descargó su rencor en mí porque sus padres lo obli
Inés entendía perfectamente que, aunque la familia Cornejo no fuera digna de confianza, seguía siendo el mejor socio estratégico para Sebastián. Pero al dejar la taza de té sobre la mesa, se limitó a mirarla con calma y respondió.—No acepto. Señora Mirna, si quiere organizar una comida, hágala usted. Pero no nos meta a mí ni al señor Altamirano en sus planes.Al fin y al cabo, Sebastián había roto con los Cornejo solo por ella, enfrentándose a todas las críticas para apoyarla sin titubeos. ¿Cómo podría ahora ella traicionarlo bajo el pretexto de “hacerlo por su bien”? ¿No sería eso clavarle una puñalada por la espalda?Inés se levantó con serenidad y dijo, —Doña Blanca, acompáñela a la salida. Y si vuelve a venir, no le abran tan fácilmente. Yo debo subir al estudio a continuar con mis esculturas.—¡Espera, Inés! —Mirna también se levantó de golpe, incrédula y furiosa—. ¡He venido una y otra vez a suplicarte con humildad, y aun así me respondes con tanta crueldad!—¿Y qué es eso de es
Durante casi quince días, Inés no volvió a escuchar rumores sobre Zoraida y Elías. En cambio, lo que sí corría de boca en boca en los círculos de la alta sociedad de Ciudad Esperanza eran los escándalos entre Emiliano y Mariana.Después de aquel día en que Emiliano intentó sin éxito visitar la nueva casa de Sebastián, no estaba claro si había recurrido a Mateo Rivas en el Grupo Altamirano para conseguir una cita. Lo cierto es que la cooperación entre los Cornejo y los Altamirano se dio por terminada, y las acciones de la familia Cornejo cayeron en picada durante varios días, con pérdidas que superaban los miles de millones de dólares.Tal vez por eso, Emiliano, que siempre se había mostrado abiertamente devoto de Mariana, esta vez no estuvo todo el tiempo a su lado. Incluso cuando ella ya no pudo permanecer en el hospital del Grupo Altamirano y tuvo que trasladarse a otro, Emiliano no apareció para ayudarla. Mariana terminó pagando de su bolsillo a una cuidadora barata, de apenas dosci
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