Doce años después, su canario se fue volando

Estuve a su lado mientras Soren ascendía con dificultad, desde un simple ejecutor hasta el rango de Capo. Me había prometido innumerables veces que me sacaría de este violento submundo para llevarme una vida tranquila al norte de Europa.

Solo entonces vi la verdad. Una nueva mujer, la tentación del poder; ambos eran más importantes que la prometida que llevaba más de una década con él.

Las palabras de Soren fueron una bala directa a mi corazón.

Ese futuro limpio era el único escape que habíamos ganado después de doce años de luchar y sangrar, de aferrarnos unos a otros desde nuestros días en las calles.

Y así, sin más, él lo destruyó.

Ni siquiera se molestó en decírmelo a la cara.

Dentro del club, sus hombres borrachos continuaron su discusión.

—Esa Abby nunca renunciaría a esta vida de lujo. Sin la protección del jefe, no duraría ni un día allí afuera.

—Exacto. ¿Después de todos los buenos años que el jefe le dio? De ninguna manera se alejaría de eso.

Alguien más añadió:

—Y el jefe tiene razón. Es inteligente no decirle la verdad. Simplemente se pondría histérica y lo arruinaría todo.

—Mujeres, ya sabes. Todo corazón y nada de cabeza.

Soren se burló.

—Tienen razón en eso. Todos conocen el temperamento de Abby. Si supiera que cambié mis planes por Mónica, me daría otro maldito dolor de cabeza.

Apreté los puños y mis uñas se clavaron tan profundamente que casi rompieron la piel de mis palmas.

Luego vinieron palabras que calaron aún más hondo.

—Seamos honestos. Abby es leal, pero eso no es nada comparado con lo que una princesa joven y delicada como Mónica aporta.

—Además, Abby está envejeciendo. La emoción se ha ido. Una verdadera princesa como Mónica es el tipo de mujer que un jefe como él debería tener.

Su vulgar risa casi me destrozó.

Quise irrumpir allí, presionar un arma contra su cabeza y exigir respuestas.

Pero mis piernas se sentían como si estuvieran llenas de plomo.

Ni siquiera sé cómo llegué a casa. Entré en mi estudio de arte como un fantasma y cerré la puerta con llave.

La oscuridad se tragó todo. Una marejada de traición y confusión me invadió.

El frío del suelo del estudio se filtró en mis huesos.

Me quedé tendida sobre las baldosas frías, mirando al techo, a una densa constelación de agujeros de bala.

Recuerdos de hace dos años, cuando la familia Moretti nos hizo una "visita."

Soren me había abrazado mientras nos escondíamos en esta misma habitación, el sonido de los disparos duró toda la noche.

Al amanecer, abrió la puerta de una patada, cubierto de sangre, y me dijo:

—Abby, cuando salgamos de aquí, nunca más te dejaré pasar tanto miedo.

¡Qué maldita broma!

Habíamos luchado contra una lluvia de balas durante doce años para escapar de este mundo de sangre y violencia, sólo para llegar a donde estamos hoy.

Pensé que estábamos luchando por un futuro juntos.

Cada vez que sentía que no podía continuar, sacábamos el archivo con nuestras nuevas identidades para el Norte de Europa y nos recordábamos por qué estábamos luchando.

El día que recibimos el último de nuestros documentos falsificados, nos abrazamos y lloramos, creyendo que finalmente podíamos dejar atrás este infierno.

Pero con ese futuro limpio justo delante de él, soltó mi mano y corrió hacia una oscuridad aún más profunda.

Ni siquiera lo habría culpado por cambiar de opinión.

Pero, ¿por qué no pudo simplemente decírmelo?

A sus ojos, ¿valían tan poco nuestros doce años juntos?

Si yo era solo un obstáculo, entonces ¿qué eran los votos que hizo de rodillas la noche que me propuso matrimonio?