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Capítulo 3

Author: Alyssa J
La hoja no llegó a herirme. Antes de tocar mi piel, una mano fuerte salió de la nada y me atrapó la muñeca.

El cuchillo se me resbaló de los dedos y rebotó contra la pared del fondo con un ruido metálico antes de caer al suelo. Lucas respiraba agitado; su pecho subía y bajaba con rapidez.

—¡¿Cómo te atreves a hacer eso enfrente de todos nosotros?! Si en serio te querías morir, tuviste muchas oportunidades para hacerlo en silencio. ¿Por qué hacerlo ahora, que estamos aquí? ¿A quién quieres engañar?

Retiró su mano con brusquedad, como si yo lo hubiera contaminado.

—Sabiendo cómo eres en realidad, debí dejarte morir en ese accidente. ¡Nos habrías ahorrado tener que ver tu patético teatro!

Se me cortó la respiración. El tormento del cáncer de huesos se mezcló con sus palabras, que se clavaron profundamente en mi corazón.

Después de que Garrett se rindiera conmigo, había puesto todas mis esperanzas en Lucas. En ese entonces, él solo veía a Lidia como una hermana que necesitaba protección. Conmigo, su repentina prometida, era distante pero amable.

Me acerqué a él con cautela y, a veces, él respondía. En ese tiempo sentí que nos volvíamos más cercanos. Fue el único rayo de luz que había visto en cinco años de oscuridad.

Llegué a pensar que podría aprovechar esa oportunidad para completar la misión de la diosa. Hasta que ocurrió aquel ataque de los lobos errantes.

Lucas quedó gravemente herido, con un riñón destrozado y la vida pendiendo de un hilo. Para salvarlo, le supliqué al sanador que le trasplantara uno de mis riñones en secreto.

Tras la cirugía, estuve en coma siete días. Pero cuando desperté, la calidez había desaparecido de sus ojos; en su lugar solo había asco.

Luego supe que fue por culpa de Lidia. Mientras yo estaba inconsciente, ella le contó llorando que el ataque de los errantes, según ella, fue algo que yo provoqué, era un plan para matarla por haberme robado el amor y la atención de la familia.

Por accidente, esos lobos lastimaron a Lucas, quien se interpuso para protegerla. Y como la madre de Lucas murió hace años a manos de la amante de su padre, quien usó a esos mismos lobos renegados...

Esa era una línea que él jamás cruzaría. Todas mis explicaciones sonaron a excusas vacías y malintencionadas.

Desde ese momento, su nivel de afecto hacia mí se desplomó hasta el fondo y nunca se recuperó. Levanté la cabeza, con la cara inexpresiva, y forcé una sonrisa.

—Si tantas ganas tenías de que me muriera, ¿por qué me detuviste?

Un destello de pánico cruzó por la cara de Lucas antes de ser reemplazado rápidamente por desprecio.

—¿Es una broma? Porque ya no soporto ver tu teatrito. Eres capaz de cualquier cosa con tal de ganar simpatía, lo que sea.

Quizá mi palidez mortal afectó a Garrett, quien había estado observando con indiferencia desde un lado. Arrugó la frente.

—Ya basta, Lucas. ¿A qué venimos en realidad?

Lucas pareció recordar su propósito original. Respiró hondo y, cuando su mirada se posó en Lidia, que estaba de pie tímidamente cerca de ahí, se suavizó con preocupación.

Me habló como si yo no fuera más que un objeto.

—La salud de Lidia empeoró. Sus riñones están fallando y el tuyo sería compatible. Prepárate para donarle uno.

Apenas podía creer lo que oía. Incluso Garrett, que había estado relativamente tranquilo, se quedó atónito.

—¿Te volviste loco? No puedes...

Sus palabras murieron cuando se encontró con la mirada de Lidia. Sus grandes ojos de ciervo estaban llenos de un deseo desesperado de vivir, suplicándole en silencio.

Todas las protestas de Garrett se le atoraron en la garganta. Cuando volvió a mirarme, su voz sonó seca.

—Es solo un riñón. No te vas a morir por eso.

—Y yo te voy a cuidar para siempre.

“¿Cuidarme?”

Mi mirada vacía pasó de él hacia el techo. Nos quedamos en silencio. Cuando él iba a hablar de nuevo, abrí la boca.

—Entonces... ¿me vas a amar aunque sea un poco?

Garrett se quedó quieto, confundido. Hizo un gesto de enfado, pero me dio una respuesta rápida.

—Está bien. Mientras te portes bien, seré bueno contigo.

Eché un vistazo al nivel de afecto que seguía marcando 10 sobre su cabeza y me reí temblando un poco, y pronto comencé a llorar.

Así que ni siquiera ahora me daría ni un poco de piedad. Mentiroso. Ante su mirada horrorizada, escupí sangre.
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