Esta Luna No Perdona

—¡Déjate de idioteces! ¡Estás embarazada! ¿No entiendes? Solo cuidaba a su cachorro para prepararme… para el nuestro, para la vida que vamos a empezar.

La expresión de Ryder era confusión y pánico. Desvió la mirada mientras se subía de prisa el cuello de la camisa para esconder la marca.

—Cuidar de ese cachorro es mi deber como Alfa. Todos los cachorros de la manada merecen mi cuidado y protección. ¿Y ahora usas esta excusa ridícula para romper nuestro vínculo? ¿Ya te volviste loca?

Contuve el temblor de mi voz y me obligué a responder:

—Dime una cosa. Todas las noches, después de que te vas, el dolor me parte el alma hasta que no puedo respirar. Sabes de lo que hablo, ¿no?

La mirada de Ryder vaciló, pero enseguida se volvió seria.

—No tengo idea de qué estás hablando. Son cosas tuyas, Ember. Siempre has sido una dramática, fingiendo que te duele algo para llamar la atención. Antes me dabas lástima, pero ¿ahora me culpas por tus fantasías? Qué patética.

Mi cara estaba tranquila, pero cada parte de mí dolía. Saqué los papeles para la disolución de nuestro vínculo de mi bolso de cuero y los arrojé frente a él.

—Fírmalos. Mañana lo haremos oficial en el salón del Consejo de Sabios.

Los miembros de la manada a nuestro alrededor nos miraban con los ojos abiertos; sus jadeos resonaban por el enlace mental.

Años atrás, desesperado por reclamarme como su Luna, Ryder había rezado ante la estatua de la Diosa Luna durante tres días y tres noches.

Los sabios le habían advertido que no fuera tan obstinado, pero él había declarado, con devoción:

—Ella es la que la Diosa ha destinado para mí. Preferiría caminar solo por este mundo por toda la eternidad que vivir un solo día sin ella.

Era una historia que a la manada todavía le encantaba contar. No podían creer que nosotros, el Alfa y la Luna que habíamos conmovido a la misma Diosa Luna, estuviéramos ahora a punto de romper nuestro vínculo.

Pero a mí ya no me importaba el murmullo. Dejé los papeles sobre la mesa y me preparé para irme de ese lugar sofocante.

La incredulidad no cabía en la mente de Ryder. No esperaba que tuviera los papeles listos. Al ver que estaba decidida, mi madre por fin se dio cuenta de que no estaba actuando por un capricho.

Arrebató los papeles de la mesa y su cara adoptó una actitud sombría mientras los leía.

—¿En serio quieres romper el vínculo? Llevan diez años juntos con Ryder, y siempre se han amado. ¿Qué pasó?

Los miembros de la manada me suplicaban a través del enlace mental, e incluso los propios guerreros de Ryder intervinieron para persuadirme.

—Su vínculo con el Alfa es la base de toda nuestra manada. No puede destruirlo solo por un cachorro.

—Esa loba Omega es tu hermana adoptiva… El Alfa solo la ayuda por compasión hacia el cachorro. Como Luna, no deberías ser tan celosa con tu familia. Deberías ser más comprensiva.

—El Alfa nunca te ha presionado por un heredero. Hizo tanto por ti. ¿Cómo es que no entiendes lo difícil que es para él?

Todo el salón bullía con el zumbido del enlace mental; todos me acusaban de ser desalmada y caprichosa.

Todos me juzgaban desde su pedestal moral, como si yo fuera la peor pecadora de la manada. Sin embargo, permanecí en silencio, volviendo a poner los papeles frente a Ryder.

—Hoy vine con un solo propósito. Este vínculo se tiene que romper. Nada de lo que digan me hará cambiar de opinión.

En cuanto terminé de hablar, un chasquido seco resonó junto a mi oído. Antes de que pudiera reaccionar, sentí un dolor ardiente en la mejilla.

Mi padre, un sabio de alto rango de la manada, se había apresurado a llegar al escuchar la noticia y me había dado una fuerte cachetada delante de todos.

Me llevé la mano a la mejilla, que ya empezaba a hincharse, mientras escuchaba su gruñido furioso.

—¡Malagradecida! ¿Cómo te atreves a romper tu vínculo con un Alfa tan excepcional como Ryder? ¿Estás loca? Él ha pasado años protegiendo el territorio de la manada, dándote la paz para que tú, como Luna, te encargues de los asuntos internos. ¿No tienes vergüenza de querer romper el vínculo ahora? Nosotros criamos a Lyra desde niña, y siempre te ha admirado, siempre te ha respetado. ¿Cómo puedes ser tan cruel con tu propia familia?

Al ver mi cara enrojecida e hinchada, mi madre corrió para detenerlo, tomándome del brazo.

—Sea lo que sea que pase entre ustedes, deberían hablarlo bien. Romper el vínculo no es algo que se decida así nada más. Eres la Luna de esta manada. No queremos escuchar palabras tan irresponsables de tu parte. Ryder es un Alfa perfecto, todos lo hemos visto estos años. Ser su Luna es una bendición para ti. Espera… —Mi madre se detuvo y se tapó la boca, horrorizada—. No… no te habrás convertido en la cualquiera de un errante, ¿o sí?

Levanté la cabeza lentamente, con el sabor a sangre llenando mi boca mientras las condenas a mi alrededor se vertían en mi mente.

Ryder se adelantó para sostenerme, atendiendo mi herida con delicadeza. Siempre era tan perfecto delante de los demás.

A los ojos de la manada, él era por siempre el Alfa ideal, pero solo yo conocía la verdad del dolor que había entre nosotros.

—Tal vez me traicionaste, pero tienes que recordar que soy el único compañero que la Diosa Luna te destinó para protegerte toda la vida. Nuestras almas están unidas por el destino desde que éramos jóvenes, y nuestro vínculo de diez años tiene la bendición de la mismísima Diosa. ¿Cómo se puede romper tan fácil por un cachorro? Incluso si otras lobas intentan seducirme, mi lealtad hacia ti nunca ha cambiado. Si te retractas, puedo fingir que nada de esto pasó.

Siguiendo el ejemplo de mi madre, Ryder, en unas pocas frases, me había culpado a mí, sugiriendo que yo había traicionado el vínculo.

De pronto, la escena volvió a animarse. Las miradas de los miembros de la manada me taladraban la piel, y mi padre me sujetó los hombros con furia.

—¡Con razón quieres romper el sagrado vínculo! ¡En esto te has convertido, metiéndote con errantes, cayendo tan bajo! ¡Y pensar que crie a una hija como tú! ¡Le vas a pedir perdón al Alfa y le vas a rogar que te perdone!

Los miembros de la manada a nuestro alrededor me instaban a reconciliarme, y Ryder incluso se rebajó a suplicarme, con lágrimas en los ojos.

Mi mirada era implacable mientras lo empujaba con fuerza.

—Suéltame. En este vínculo ya no hay amor.

No sabía que nuestro vínculo de compañeros existía solo de nombre desde que empezó a cuidar de ese cachorro.

Ryder me miró sin poder creerlo, con los labios temblorosos mientras preguntaba:

—¿Qué… qué dijiste?