En el momento en que mi conciencia se hundió en una oscuridad infinita, pensé que era el final. Pero entonces, una calidez se filtró dentro de mí. Mis ojos se abrieron y vi de nuevo a la Diosa de la Luna.—¿Diosa? —susurré, y mi voz resonó en el vasto vacío estrellado—. Mi misión fracasó. No me gané el amor de nadie.La mirada compasiva de la Diosa se posó sobre mí; su voz etérea hizo eco en el espacio, alcanzando lo más profundo de mi ser.—Hija mía, según nuestro acuerdo, con el fracaso de tu misión y la confirmación de tu muerte, tu conciencia debería haberse disipado.Asentí, pues no me sorprendió. Se sentía como el curso natural de los acontecimientos. No había lugar para un fracaso como yo. Mi alma debería haberse desvanecido, regresando a la energía del mundo. Pero entonces, el tono de la Diosa cambió. Había una nota nueva en su voz, algo que casi podría describirse como... preocupación.—Pero, en el momento en que cesaron tus funciones vitales, aquellos cuyos destinos estaban
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