Capítulo 2

Pensé un momento, —¿Qué tal si vamos a buscar a Sergio González?

Sergio era alguien del mundo criminal, y los que secuestraron a mi suegra también eran secuaces de Omar, el rival de Tobías.

Con Sergio interviniendo, al menos podría mediar entre ambas partes y ganar algo de tiempo.

—¡Yo iré a buscarlo!

Yolanda regresó apresuradamente, y al escuchar mis palabras, estaba lista para partir de inmediato.

Pero apenas dio dos pasos, se desplomó en el suelo.

Cuando todos la ayudaron a levantarse, vi que su rostro estaba muy pálido.

Su hipoglucemia había vuelto a manifestarse.

Al recuperarse por unos minutos, quiso levantarse de nuevo.

Viendo su actitud obstinada, sentí compasión por ella.

La detuve, —¡Yo iré!

—Pero estás embarazada...

Ignorando las objeciones de todos, tomé la llave del coche y me fui.

Pero en camino, el coche de adelante me obligó a detenerme de propósito.

Cuando yo bajaba del coche para ver qué pasaba, varios hombres corpulentos se acercaron amenazadoramente, abriendo la puerta con fuerza y sacándome a rastras.

En medio del campo desierto, grité con pánico, —¿Qué están haciendo?

Los hombres solo mostraban sonrisas lasciva, —¿Qué le parece que estamos haciendo?

Se frotaban las manos mientras se acercaban a mí.

—Nunca he probado follar a una mujer embarazada, ¡seguro que es excelente!

Retrocedí paso a paso, y pronto me acorralaron sin salida.

—¡Mi esposo es Tobías Álvarez, si se atreven a tocarme, él no les perdonará!

En ese momento crítico, invoqué el nombre de mi esposo.

Tobías era conocido por todos en la ciudad Martela, cualquiera que tuviera alguna conexión con él podría evitar algunos problemas.

Y más aún, al decir que era mi esposo, estos hombres no debería atreverse a hacerme nada.

Pero ellos no mostraron ningún miedo, al contrario, se volvieron más arrogantes.

—¿Tobías Álvarez? ¡Si no fuera por él, no le habríamos encontrado!

—¿Qué dice?

No podía creer lo que estaba escuchando.

—No escuchó mal, él nos dio la ubicación de su coche. Dijo que era una mujer despreciable que se confabuló con los secuestradores para asesinar a los demás.

—Pero tranquila, a nosotros nos encantan las mujeres despreciables.

Me quedé en blanco, en mi vida anterior, Tobías también dijo que yo había sobornado a los secuestradores, y que por celos de que le gustaba Mía, hice que la violaran y mataran.

Pero en esta vida ni siquiera habíamos visto a los secuestradores, y ya decía que yo estaba confabulada con ellos.

Parece que él también ha renacido.

Con razón, por más que Yolanda le pidió, no regresó, resulta que siempre creyó que esto era una trampa que yo había preparado cuidadosamente.

Pero no esperaba que fuera tan despiadado, incluso mandó a alguien a violarme, cuando tengo ocho meses de embarazo con su hijo.

Ellos me acorralaron hasta que caí al suelo, y mi ropa fue desgarrada.

En mi desesperación, agarré una piedra del suelo y se la arrojé.

Aprovechando que se apartaban, salté al coche y pisé el acelerador a fondo, escapando de su persecución.

—¡Sergio, por favor salve a mi suegra, Antonia!

Cuando encontré a Sergio, él estaba recostado perezosamente en el sofá.

—¿Es la esposa noble de Tobías? ¿Qué le trae hoy por aquí?

Detecté el sarcasmo en sus palabras, pero no podía preocuparme por eso.

—Sergio, mi suegra fue secuestrada. Por favor, traiga algunos hombres y venga conmigo a rescatarla, si nos demoramos será muy tarde.

Pero él me examinó de pies a cabeza con una mirada burlona, viendo mi aspecto desaliñado.

—Usted suele ser fría y altanera, nunca presta atención a gente como yo. ¿Por qué ahora viene a pedirme tan humildemente?

—Y además, vestida como así, ¿viene a seducirme?