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Capítulo 3

Penulis: Molí
Lo dije con frialdad y salí de la oficina con paso firme.

Pero la Lorena de diecinueve años se abalanzó de pronto y abrazó mi brazo.

—Rafael, Rafael, por favor, no.

—Recuperemos ese reloj, ¿de acuerdo? ¡Fue un regalo para ti!

Sus ojos estaban enrojecidos y su tono era cauteloso, como si temiera enfadarme.

Miré ese rostro inocente, mi corazón se ablandó.

—De acuerdo, pero esta es la segunda oportunidad, ¿estás segura de que quieres usarla?

La joven Lorena asintió con fuerza, sin la más mínima duda.

Le acaricié la cabeza, regresé hacia la oficina.

Cuando abrí la puerta de nuevo, me encontré con una escena que hizo enloquecer por completo a la joven Lorena.

Felipe tenía a Lorena abrazada, susurrándole algo al oído con intimidad.

Al verme entrar, se separaron de un salto.

—¡Rafael! ¿Cuándo te volviste tan maleducado? ¿No sabes que hay que tocar la puerta?

La miré con indiferencia, me acerqué y me agaché para recoger el reloj.

Pero Felipe puso su pie sobre la correa.

No tuve más remedio que incorporarme.

Felipe me miró con falsa humildad.

—Rafael, solo estaba consolando a Lorena porque la vi muy alterada, no te enfades, por favor.

Al ver a Felipe hablando con "sumisión" de nuevo, Lorena estalló.

—¡Rafael, qué haces! Felipe es tan comprensivo, y tú no haces más que hostigarlo.

—¡Pídele disculpas!

Ignoré sus palabras, clavé la mirada en Felipe y contuve mi furia al máximo.

—Quítate, por favor.

Pero Felipe fingió no oírme.

—Rafael, de verdad, no era mi intención.

Lorena me agarró de la barbilla.

—¡Discúlpate con Felipe!

Miré a la Lorena furiosa de veintisiete años, luego desvié la vista hacia la de diecinueve.

La jiven se había quedado paralizada, con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

La miré con el corazón apretado y mi enojo se desvaneció.

—Lo siento.

***

—¡Ay, Rafael, no hace falta, de verdad!

Dijo Felipe, retrocediendo con aires de falsa modestia, pero juré ver una sonrisa burlona en sus labios.

Sin prestar más atención a lo que dijera Lorena, me agaché, recogí el reloj ya destrozado y salí.

Camino a salir del Grupo Fyn, la joven Lorena no podía dejar de llorar, pidiéndome perdón una y otra vez.

Acaricié su cabecita.

—No pasa nada, Lorena, no hiciste nada mal.

Mirando su bello rostro, pregunté con suavidad:

—¿Sabes qué día es mañana?

Lorena me miró, luego echó un vistazo a la fecha.

De repente, sus mejillas se sonrojaron y se agitó.

—¡Es el día en que me pedirás matrimonio!

Sí.

Hace seis años, en nuestro primer aniversario, hicimos un pacto.

Sin importar nuestra situación económica, seis años después, en el Día de San Valentín, le pediría matrimonio en la playa.

—Claro, Lorena, así que me acompañas mañana, ¿bien?—dije dulcemente.

La Lorena de diecinueve años tenía los ojos lleno de amor.

Me sostuvo la mirada durante un largo rato.

Luego, como tomando una decisión, me contó un secreto.

—Rafael, ¿sabes por qué pude ver el futuro?

—La noche que me declaraste, le pedí un deseo a una estrella fugaz: ver el futuro.

—Pero no recordaría lo visto hasta mañana a la medianoche.

—Entonces recordaré todo el futuro que vi.
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