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Capítulo 2

Auteur: Molí
El tráfico era un caos total.

Cuando llegué a la oficina en el ático de Lorena, apenas abrí la puerta, su voz estalló.

—Rafael, te lo advertí, treinta minutos para estar frente a mí, y ahora…

—Ya.

La interrumpí con indiferencia, di la vuelta y me senté en el sofá.

Felipe, el asistente de Lorena, también estaba en la oficina, con la cabeza gacha, los ojos enrojecidos y sujetándose la muñeca izquierda con la mano derecha.

Mi actitud fría pareció enfurecer a Lorena, que golpeó la mesa con fuerza.

—Rafael, ¿qué actitud es esa? ¿Es que todavía no quieres admitir tu error?

Antes de que yo pudiera hablar, Felipe intervino.

—Lorena, no pasa nada, es solo un reloj, no culpes a Rafael.

Sus palabras enfurecieron aún más a Lorena, quien contuvo su ira para hablarle con suavidad.

—¿Qué quieres decir con que no es culpa suya? ¡Fue tan mezquino que incluso quiso quitarte el regalo de cumpleaños que yo te di!

—Tranquilo, no voy a ser parcial con él.

Al volverse hacia mí, su tono se volvió cortante.

—Rafael, te doy una última oportunidad, devuélvele el reloj a Felipe.

Cosa así había pasado innumerables veces.

Felipe me había tendido tantas trampas, que mis explicaciones ya eran inútiles.

La Lorena que una vez me confió incondicionalmente, ahora solo me sospechaba.

Sin ganas de perder el tiempo, me levanté, me quité el reloj ya desgastado de mi muñeca y lo arrojé a los pies de Felipe.

Este acto hizo que tanto la Lorena de diecinueve años como la de veintisiete estallaran al unísono.

La de diecinueve años dijo llorando:

—Rafael, te lo ruego, no lo hagas.

Mientras que la de veintisiete, con los ojos inyectados en sangre, no pudo contener su furia:

—¡Rafael! ¡¿Cómo te atreves?!

***

El reloj que ahora estaba a los pies de Felipe era mi único reloj.

Fue cuando ella consiguió su primer papel, aunque solo fuera una extra, estábamos tan felices.

Después de filmar, usó su modesto pago para comprar este reloj que no costaba más de doscientos.

Desde entonces, nunca usé otro.

Todavía recordaba cuando me lo dio, sosteniendo mi mano con sinceridad, sus ojos húmedos, como si sintiera que me debía algo, y me dijo en voz baja:

—Rafael, es todo lo que tengo por ahora.

—Cuando gane más dinero, te compraré el reloj que tanto te gusta.

Claro que más tarde sí compró ese reloj, pero no para mí, sino para Felipe.

Sin ánimo de discutir, me di la vuelta para salir.

—¡Tú!

La Lorena de veintisiete años estaba tan furiosa que apenas podía hablar.

Felipe la consoló con suavidad.

—Lorena, cálmate.

—Quizás tu regalo de cumpleaños para mí era muy importante para Rafael.

—Si es así, la culpa es mía, es normal que él quisiera recuperarlo.

—No lo culpes, de verdad no me importa.

Al final, añadió con voz apagada:

—Total, desde pequeño nunca nadie celebró mi cumpleaños.

—Con que tú estuvieras allí ya fue suficiente, no necesitaba un regalo.

Las palabras de Felipe calmó la respiración agitada de Lorena, quien me lanzó una mirada más tolerable.

—Rafael, devuélvele el reloj a Felipe, te compraré uno mejor.

—No es necesario.

—Ni el que está en el suelo, ni ningún otro que compres en el futuro, ya no quiero nada.
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