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Capítulo 5

Penulis: Llama Silvestre
Gael estuvo a punto de besarla, pero Clara giró la cara a tiempo. Sentía repulsión por su contacto, pero no le quedaba más remedio que seguirle el juego.

—Estoy en mis días.

La expresión de Gael se volvió seria.

—¿En qué tanto piensas? ¿Crees que solo te busco para eso?

“¿Y si no es para eso, para qué? ¿Va a decir que me ama?”, pensó, burlándose.

Lo miró fijamente, perdida en sus facciones perfectas y sus ojos. Sus dedos se aferraron al cuello de la camisa de él, mientras su mirada, inocencia y provocación, lo desafiaba.

—¿O no es cierto que cada vez que estamos juntos es para terminar en lo mismo?

Gael se quedó pasmado un instante antes de que sonriera de forma astuta.

—Perdón por no pasar más tiempo contigo. ¿Qué te parece si, en cuanto se vaya tu hermana, libero mi agenda unos días y nos vamos de viaje? Tú escoges el lugar, ¿te parece?

Era un experto en endulzarle el oído. Antes, la idea de que él, con su agenda tan apretada, le dedicara unos días para un viaje la habría vuelto loca de felicidad.

Pero ahora, al pensarlo bien, se daba cuenta de que muchas cosas no cuadraban.

Fuera de los regalos costosos y las noches de pasión, casi nunca pasaban tiempo juntos.

Y los regalos, para un hombre como él, eran lo más fácil de dar. El dinero no era un problema.

El celular de Gael sonó. La soltó para sacarlo del bolsillo y, de reojo, Clara alcanzó a ver en la pantalla un nombre: Evy.

Gael colgó, pero la llamada entró de nuevo. Esta vez contestó.

Tras un momento, arrugó la frente.

—Ya sé. Voy para allá.

Guardó el celular y le dio un beso en la mejilla.

—Como estás en tus días y no quiero que te den cólicos, en la mañana pasé a dejarte un té especial. Que no se te olvide tomarlo. Tengo una junta, así que ya me voy. Cuídate mucho, ¿sí?

Clara asintió con indiferencia. La figura de Gael desapareció en el vestidor.

Antes confiaba en él. Estaba acostumbrada a que contestara una llamada y se fuera deprisa.

Nunca se le ocurrió mirar la pantalla de su celular.

Qué ingenua había sido. ¿Cómo pudo creer que un mujeriego como él se conformaría con una sola mujer?

Si hubiera prestado un poco más de atención, se habría dado cuenta de que, durante los últimos dos años, no solo estaba ella. Estaba esa tal Evy.

Y quién sabe cuántas más.

¡Había sido una estúpida!

Entró al baño y, frente al espejo, se frotó con una toalla la mejilla que él había besado, como si quisiera borrar el rastro de su piel.

Al salir del baño, vio sobre la mesa una taza de cristal con tapa. Al levantarla, notó que todavía estaba caliente.

El trayecto desde la mansión de los Quintana hasta aquí era de al menos media hora, y la taza no parecía térmica, pero el líquido conservaba un calor sorprendente.

Gael era un maestro de los detalles. Y era precisamente eso lo que volvía locas a las mujeres.

Pero Clara ya no estaba dispuesta a caer en esas trampas de supuesta amabilidad. Sin dudarlo, arrojó la taza y su contenido a la basura.

***

Puso una alarma y se quedó dormida. Cuando despertó, ya pasaban de las tres de la tarde.

Se levantó para lavarse la cara y vio que tenía un mensaje nuevo en el celular.

Era de Gael.

“Te compré un Bugatti nuevo. La placa es la fecha de tu cumpleaños. Dejé las llaves en el buzón de la entrada, no te olvides de recogerlas.”

Qué generoso, como siempre. Con razón todas las mujeres con las que había estado le daban una calificación perfecta. Pero para ella, su calificación era de cero estrellas.

Cuando terminó de arreglarse, eran casi las cuatro.

Si Gael quería hacerle un regalo, ella lo iba a aceptar. Solo una idiota le haría el feo al dinero.

Tomó las llaves y, al llegar al estacionamiento, lo vio: un Bugatti deportivo de color rosa, con la pintura tan nueva que brillaba intensamente bajo el sol.

Condujo hasta el aeropuerto y esperó en la salida de llegadas.

No pasaron ni diez minutos cuando distinguió entre la multitud la esbelta figura de Sara.

Llevaba el cabello largo y lacio recogido impecablemente en un moño bajo que dejaba su frente despejada. Un maquillaje ahumado en tonos grises y unos labios de un rojo intenso resaltaban su belleza indiferente y sofisticada.

Su traje sastre color caqui, de corte perfecto, acentuaba su porte de profesionalismo y autoridad.

El sonido nítido de sus tacones de aguja resonaba en el piso mientras avanzaba, abriéndose paso entre la gente con una seguridad imponente.

Sara se detuvo frente a ella, soltó el asa de la maleta y, con una sonrisa en sus labios rojos, le abrió los brazos.

Clara sintió un nudo en la garganta y se lanzó a su abrazo.

En ese instante, toda la angustia que había contenido pareció desbordarse.

Se abrazaron con fuerza, y Sara sintió cómo el cuerpo de su hermana temblaba.

Su expresión se tornó seria. Tomó a Clara por los hombros, la apartó un poco y vio que tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué pasó? ¿Tu novio te hizo algo?

Negó, con la voz entrecortada.

—Te extrañaba.

—Si nos acabamos de ver en Navidad, ¿no? Apenas ha pasado un mes. Si me extrañas, ya sabes que puedes volver a casa cuando quieras.

Sara le pasó un brazo por los hombros y con la otra mano tomó su maleta. Salieron del aeropuerto, conversando mientras caminaban.

Al llegar al auto de Clara, Sara notó que era nuevo, pero no hizo ningún comentario.

Su hermana menor podía parecer dulce y dócil, pero era muy hábil para los negocios, así que no le extrañaba que se comprara un deportivo de lujo. Además, aunque no lo fuera, la familia podía costearlo sin problemas.

Cuando estaban por subirse al auto, vieron a Gael.

Y no venía solo. Lo acompañaba una mujer que Clara no conocía en persona, pero cuya cara reconoció: era Evy, la de su celular.

Sara soltó un resoplido de desprecio.

—¡Qué hijo de puta!

En ese momento, Gael levantó la mirada y su mirada se cruzó con la de Clara.

Luego, se volvió hacia su hermana como si le diera una lección.

—¿Ya ves? Para que dejes de preguntar por él.

Clara apartó la mirada, fingiendo que no lo había visto.

Él arrugó la frente, contrariado.

Evy aprovechó para tomarlo del brazo.

—¿Viste a algún conocido?

Clara ya había encendido el auto. Por el retrovisor, vio que la mirada de Gael seguía fija en su dirección; él permanecía de pie, inmóvil.

“Está mirando a mi hermana”, pensó.

El auto se alejó.

La figura de Gael desapareció del retrovisor.

—La… la mujer que estaba con él se parece mucho a ti.

La cara de Sara se tensó por un segundo, pero enseguida se echó a reír.

—Pues claro, mi niña. Yo siempre he sido de las más guapas de la escuela. Que se parezca a mí solo significa que es bonita. ¿O qué, esperabas que un mujeriego como él saliera con una mujer fea?

Su hermana nunca le había contado que Gael la pretendió.

Clara no entendía por qué. Era obvio que Evy era, muy probablemente, un reemplazo de Sara. Y ella… ella era el reemplazo y, además, el instrumento de su venganza. Era fácil imaginar cuánto debió amarla Gael. Sintió una punzada, un dolor agudo que se mezclaba con el odio hacia su propia debilidad.

¡Cómo era posible que se hubiera enamorado de él dos veces!

***

De vuelta en el departamento, Sara dijo que quería descansar un rato antes de cenar y le pidió a Clara que la despertara a las siete en punto.

Sara se fue a la otra habitación.

Apenas se había sentado Clara cuando su celular vibró dos veces.

Las notificaciones en la pantalla mostraban dos mensajes nuevos: uno de Gael y otro de Evy. Abrió primero el de ella.

“¿Quién era la mujer que estaba contigo hoy?”

Parece que hasta Evy se sintió amenazada al ver a su hermana. Clara no contestó. Había decidido no borrarla de sus contactos; tenía el presentimiento de que, de alguna forma, Evy podría serle útil más adelante.

Luego, abrió el chat de Gael.

“Clarita, que no se te olvide nuestro plan para esta noche, ¿ok?”

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