Se Te Acabó Tu Niña Buena

Se Te Acabó Tu Niña Buena

By:  Llama SilvestreUpdated just now
Language: Spanish
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Clara Reyes siempre había sido la niña buena de la familia. Lo único insensato que había hecho en su vida fue enamorarse del peor enemigo de su hermana, Gael Quintana. Por él, para complacerlo, se había atrevido a explorar fantasías en lugares que la hacían sonrojar. Fue después de una noche de pasión desenfrenada en una casa de campaña que Clara descubrió la verdad por accidente. Su propia hermana era el amor imposible de Gael, la mujer que él siempre había anhelado en secreto. Su acercamiento y su aparente amor tenían un único propósito: vengarse de su hermana. Con el corazón roto, lo dejó sin mirar atrás, abandonando un informe médico que confirmaba una pérdida. Cuando sus caminos volvieron a cruzarse, la mujer dulce e ingenua que él recordaba había desaparecido. En su lugar encontró una versión más fuerte de sí misma, acompañada de un par de mellizos. La agonía de extrañarla durante incontables días y noches había destrozado su orgullo. Desesperado, se aferró al borde de su vestido, con la voz rota por la emoción. —Por favor, vuelve. Te juro que los voy a querer como si fueran míos. Clara apartó la mano de Gael con calma. Alisó la tela de su vestido donde la había sujetado, un gesto deliberado y de desprecio. Sonrió de manera burlona. —No te molestes. Ya tienen papá.

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Chapter 1

Capítulo 1

—Dicen que hacerlo afuera es mucho más… emocionante, ¿no? ¿Quieres que te ayude a cambiarte?

Dentro de la casa de campaña, Gael Quintana llevaba la camisa desabotonada, revelando un pecho bien marcado con marcas rojizas y sugerentes; marcas que Clara le había dejado poco antes, cediendo a sus persuasiones. Bajó la mirada y susurró.

—¿Tiene… tiene que ser hoy?

El sujeto la miró, deteniéndose a pensar.

—¿Estás en tus días?

—No, no es eso.

Las sesiones con él siempre eran largas e intensas, y esta vez vinieron a acampar con nosotros unos amigos suyos. La idea le daba mucha vergüenza.

—Es que… aquí afuera se escucha todo.

Además, había una razón mucho más importante: estaba embarazada.

El sujeto enredó un mechón del suave cabello de Clara entre sus dedos. Apoyó su frente contra la de ella y le susurró con una voz que era pura tentación.

—Voy a ser cuidadoso, y tú trata de no hacer mucho ruido. Ellos están lejos, no van a escuchar nada. Clarita… solo concédeme esto, ¿sí?

Gael sabía cómo consentirla y seducirla. Clara nunca podía resistirse.

La tienda de campaña estaba iluminada por una luz cálida y ambiental. Él incluso había traído un proyector de estrellas para crear un ambiente romántico.

En el techo de la tienda, un torbellino de estrellas giraba sin cesar. Al ritmo de los besos de Gael, ternura y dominio, la estructura entera comenzó a mecerse… Su pijama rosa de conejitos terminó desgarrada.

Después del todo, ya vestido y compuesto de nuevo, le dio un beso suave en el párpado.

—Voy a fumar. No te vayas, ¿eh? Ahorita vengo para llevarte a la casa rodante a que te laves.

Clara sintió dulzura y timidez. Siempre era tan tierno, incluso se encargaba de ayudarla a limpiarse después.

En cuanto Gael salió, Clara recibió una solicitud de amistad de un desconocido.

“Clara, tengo algo importante que decirte”.

Como la persona sabía su nombre, aceptó la solicitud.

Al instante, le enviaron una foto. Era el acta de matrimonio de Gael.

La cara y los datos de la novia estaban garabateados, pero la fecha era clara: hace un mes y medio.

La familia Reyes era muy estricta y mantenía un viejo conflicto con los Quintana; las dos familias se detestaban desde hacía generaciones.

Su hermana, Sara Reyes, en particular, despreciaba a Gael Quintana. Eran rivales acérrimos en los negocios, compitiendo ferozmente por el control del mercado de energías renovables en los últimos años.

Debido a esa enemistad, Clara nunca se había atrevido a confesarle a su familia que el hombre con el que llevaba saliendo dos años era precisamente él.

Un mes y medio atrás, su familia le había dado un ultimátum: o les presentaba un novio, o la obligarían a casarse con alguien de su elección.

Cuando Gael se enteró, comenzó a organizar su fiesta de compromiso.

Incluso había prometido que haría las paces con Sara y que iría personalmente a pedir su mano a la familia Reyes.

Clara no podía creer que él se hubiera casado con otra persona. Se vistió rápidamente, decidida a encontrarlo para exigirle una explicación.

La noche era oscura. Cerca de la casa rodante, distinguió el brillo intermitente de varias colillas de cigarrillo en el suelo. Se acercó.

—Lo cronometré, ¿eh? ¡Una hora y media! La casa de campaña casi se desarma. Si Gael lleva dos años con ella, ¿cómo es que sigue dándole tan duro? No me digas que ya se enamoró.

—No digas estupideces. Acuérdate de que él hasta se hizo la vasectomía para que ella se calmara. Y como la loca le rogó que le diera un hijo, fue y se la revirtió. Ya pasó más de un mes de eso. Con el aguante que tiene este, seguro ya está embarazada. Y si sigue así, hasta va a provocar que lo pierda. Se ahorra lo del aborto y todo.

A Clara se le dilataron las pupilas y un zumbido le llenó la cabeza. Sintió como si una mano invisible le estrujara el corazón hasta hacerlo pedazos. Se quedó paralizada, con un frío terrible recorriéndole el cuerpo.

Sabía que su familia jamás los aceptaría, por eso le había suplicado a Gael que tuvieran un hijo. Pensó que si los ponía ante un hecho consumado, su familia, por el cariño que le tenían, terminaría por ceder y aceptar su matrimonio.

Estuvo a punto de perder el control y abalanzarse sobre ellos. Pero entonces, otras risas burlonas llegaron desde donde estaban.

—Ella es solo un juguete para él. No sé de dónde saca la idea de que se va a comprometer con ella, si ya está casado. Cuando la bote en la fiesta de compromiso, en un mes y medio, chance y me toca a mí. Está buena, la verdad...

—Yo lo que más quiero ver es la película fuerte que está dirigiendo Gael. ¡Qué jugada! Es la mejor venganza contra Sara. ¿Quién la manda a rechazarlo? Imagínate la cara que va a poner la gran señora Reyes cuando vea a su hermanita perfecta, bien destrozada por él. ¡Ya me muero de ganas!

Clara palideció. Apretó los puños con tanta fuerza que las uñas se le clavaron en las palmas.

Resultaba que Gael sí había querido hacer pública su relación en su grupo de amigos; había sido ella, por miedo a que su familia se enterara, la que insistió en mantenerlo todo en secreto.

Había creído que nadie sabía de ellos. Cuando vio el acta de matrimonio, su primer instinto fue negarlo.

Pero todo era verdad. Ellos ya hablaban de la esposa.

Y ella, sin saberlo, había sido la amante. Y lo de la película...

Durante dos años, él la había convencido de usar cientos de disfraces y atuendos diferentes.

Ella pensó que era solo un juego entre ellos, parte de su intimidad. Pero la verdad… era mucho peor que eso.

Las risas seguían, pero Clara ya no podía escucharlas. Sentía un nudo en la garganta y las piernas le temblaban.

El hombre que amaba con toda su alma la consideraba un juguete. Y además… había intentado conquistar a su hermana.

Ahora entendía por qué Sara lo odiaba tanto. Seguramente ella sí había visto quién era en realidad. Y ella, en cambio, había caído en su trampa.

Qué ingenua había sido al creer que un hombre que se oponía a su familia en todo podría amarla de verdad.

Aturdida, regresó a la zona de acampar. Entró en su tienda y apagó todas las luces.

Recordó haber leído en internet que algunos hoteles instalan cámaras ocultas para vender el contenido, y sabía cómo detectarlas: usando el flash del celular para buscar reflejos.

Sacó su celular, encendió la linterna, revisando el interior. No había adornos metálicos ni objetos de vidrio. No tardó en encontrar la cámara.

Cada célula de su cuerpo temblaba.

La había grabado. Y la cámara estaba oculta en el proyector de estrellas.

Cada vez que estaban juntos, encendía el proyector. Ella creía que era un gesto romántico…

Pero en realidad, era para…

Se mordió el labio con tanta fuerza que casi lo hizo sangrar.

¿Por eso la convencía siempre de usar esa ropa tan reveladora?

Durante esos dos años, se había alejado de todas las demás mujeres. Ella, ilusa, pensó que lo había hecho por ella, que por fin había sentado cabeza…

Había usado los medios más viles en su contra.

Al pensar en el acta de matrimonio y en la supuesta fiesta de compromiso que se celebraría en un mes y medio, Clara sintió un vacío inmenso, como si le hubieran arrancado algo.

En ese momento, unos pasos familiares se acercaron a la tienda.

Clara parpadeó rápidamente, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse.

Tenía que reponerse. Debía encontrar la manera de deshacerse de esos videos. Si salían a la luz, no solo la destruirían a ella, sino que arrastrarían el nombre de toda la familia por el lodo.

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