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Tres años de olvido, un divorcio y lágrimas
Tres años de olvido, un divorcio y lágrimas
Author: Pera Helada

Capítulo 01

Author: Pera Helada
Al cortar el pastel, la chava más chica de la carrera le dio la primera rebanada a Zaid, que había llegado corriendo.

Como si nada, él ni notó a la que compartía su almohada.

Se oyeron chismecitos y alguien medio cotorreando preguntó: —Abril, ¿esto ya se va a hacer público?

La chavita con un chongo coqueto vio con pena al güey a su lado y balbuceó: —Zaid vino de bien lejos, debe estar súper cansado.

Su tono tierno y frágil, junto con los hoyuelos que se le marcaban al hablar, a cualquiera le daban ternura.

Pero no mentía, el Hospital PAZ estaba a más de una hora de la facultad, y Zaid ahora traía un traje formal completo, hasta el moño bien puesto, se veía que se había esmerado.

Apenas hacía dos horas, él seguía en el quirófano.

En ese momento el güey agarró el pastel con elegancia, cada movimiento mostraba su distinción, la luz que le daba en sus facciones marcadas suavizaba lo intenso y rudo de sus ojos y cejas.

—No es choro, sí tengo hambre.

Su voz era grave, mientras hablaba no le quitaba la mirada a la cara de Abril, su tono tenía cierta calidez.

Era como si fuera otra persona, nada que ver con el güey serio y de pocas palabras de siempre.

La chavita se puso súper roja y murmuró bajito: —Zaid, todos nos están viendo.

Zaid levantó un poquito la mirada, le echó un ojo a la gente y al final se me quedó viendo a mí, del otro lado de la mesa, con voz tranquila dijo: —No la ubico.

Curvé un poquito los dedos, pensé que después de tres años de casados, su actuación seguía siendo impecable.

También era lógico, desde el principio nuestro matrimonio fue de puro contrato, hasta el acta de matrimonio la tramitó el chofer de la familia Gómez, un matrimonio por conveniencia sin nada de fondo, que él no quisiera reconocerme en público era obvio.

Le seguí el juego: —Nos vimos en la fiesta de aniversario de la universidad el mes pasado.

En ese entonces Abril también andaba por ahí, el director del departamento les pidió a ella y a unos chavos más jóvenes que se encargaran de la recepción, y justo recibieron a Zaid y otros exalumnos importantes.

Ahora que lo pienso, se debieron conocer en ese momento.

Calculando, apenas hace un mes.

Zaid no mostró mucho interés en lo que le expliqué, tampoco respondió, como si de plano no se acordara quién era yo.

Abril, al ver el rollo, luego luego le entró al quite para bajar la tensión: —Zaid todavía no sabe, pero Luna es la famosa chava súper estudiosa de nuestra facultad, entró por admisión especial, es bien capaz.

Al oír lo de "admisión especial", no pude evitar que se me hiciera un nudo en el pecho.

Hace ocho años, por algo que dijo Zaid, elegí sin dudar la misma carrera de medicina que él, y sigo estudiando hasta ahora.

Pero después de ocho años, nos volvimos los extraños más conocidos.

Se oyó una risita burlona, el tono indiferente de Zaid me llegó a los oídos: —¿Más capaz que tu Zaid?

Enfatizó el "tu".

Aunque su tono no era fuerte, traía esa arrogancia que desprecia a todos.

Tenía derecho a decir eso, al final era un genio por naturaleza, bien chavito ya era el segundo al mando del departamento de neurocirugía en el supercompetitivo Hospital PAZ, era el ejemplo a seguir de los estudiantes más jóvenes.

Yo, que era más de echarle ganas, obvio no me le podía comparar.

Abril también lo sabía, sus ojos de venadita me vieron y luego vieron a Zaid, con cuidado dijo: —Zaid, ¿dije algo malo...?

Antes de que terminara de hablar, el dedo índice bien proporcionado del güey le cayó de repente en el gorro de cumpleaños a la chavita, tocándola suavecito.

El cariño era obvio.

Los gritos de ánimo se oyeron de nuevo, el ambiente pachanguero y alegre se extendió por todo el privado, pero mi corazón se hundía gota a gota hasta el fondo del mar.

Apenas ahí me di cuenta de que este güey al que había perseguido por ocho años, mi esposo, también tenía este lado divertido.

Él se acordaba que hoy era su cumpleaños, vino a pesar del frío del inicio del invierno, pero no se acordaba que hoy también era el cumpleaños de su esposa, el mío.

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