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Capítulo 05

Author: Pera Helada
Lo de "trampolín" saliendo de la boca de Zaid me dejó sin palabras un buen rato.

Sí, cuando mi papá al principio pidió el matrimonio entre familias usando el "favor de salvar la vida" estuvo mal, pero él también había estado en el sanatorio por tres años.

En cuanto a mí, firmé el acuerdo prenupcial según sus requisitos, excepto por las dos familias, nadie sabía que estábamos casados.

Los anillos de boda, comprados al azar en una tienda cerca de la escuela, acta de matrimonio, no teníamos, boda, tampoco hicimos, fotos de boda las canceló con la excusa de que no tenía tiempo, hasta hoy, nuestra única foto juntos seguía siendo la del acta de matrimonio. ¿Qué beneficios sustanciosos había sacado yo, Luna, de la familia Gómez?

Ninguno.

Ah, si vivir en el mejor piso con vista al río de toda Puértis gracias a Zaid contaba, entonces los tres años que pasé lavando ropa, cocinando y arreglando la casa también lo podrían compensar, ¿no?

Mira, ocho años de admiración, al final, resultaron en que él me dijera "trampolín".

Calló lo amargo de mi corazón, bajé la mirada, me contuve la acidez que se extendía, enfaticé: —Mañana iré puntual al examen...

Me detuve, encontré los ojos afilados del güey, dije suavecito: —No se preocupe el Dr. Gómez. A la mañana siguiente temprano, llegué puntual a las oficinas del Hospital PAZ.

Apenas me senté cuando oí una voz dulce saludarme.

—Luna, qué casualidad.

Levanté la mirada y vi a Abril sentada a mi lado.

La chavita traía una camisa azul clarito, combinada con un traje sastre color beige y zapatos puntiagudos bicolores tipo Mary Jane, aunque contrastaba un poco con esa cara que se veía algo joven, también transmitía un aire serio.

Ella también era una de las que harían el examen hoy.

Si no me equivoco, debe ser una estudiante recién egresada de neurocirugía.

Y la facultad de medicina solo tenía seis lugares.

Parece que la chavita era más excelente de lo que imaginaba.

—Perdón el otro día —su voz llena de disculpas me presionó en el oído, Abril dijo dulce y suavecito: —En ese momento solo estaba atendiendo a Zaid y no me dio tiempo de despedirte.

Zaid.

Lo llamaba súper casual, pero también con mucha intimidad.

Parece que su relación era más cercana de lo que imaginaba.

La escena de los dos platicando y riendo en la fiesta de cumpleaños pasó por mi mente, respondí con educación: —No hay bronca.

La chavita iba a decir algo más, pero la interrumpió el encargado que entró.

Una hora después se recogieron los exámenes, cuando el encargado llegó a mi lado, Abril bajó la cabeza y dijo: —Ya valió, la última pregunta no creo que la haya respondido bien...

Un tono tímido y quejumbroso.

Combinado con los ojos enrojecidos, daba mucha lástima.

Resulta que a Zaid le gustaba este tipo.

No es de extrañar que después de estar ocupada por ocho años, no hubiera logrado que me pelara.

—¡Órale! ¿No es ese Zaid, el especialista en neurocirugía? ¿Porqué llegó hasta aquí?

Los murmullos interrumpieron mis pensamientos, apenas levanté la mirada cuando vi a Zaid rodeado por un grupo de personas.

Bata blanca, con lentes de armazón plateado en la cara, claramente eran dos cosas bien comunes, pero en este güey, generaban un aire de abstinencia y refinamiento.

Solo que él, con todo su aire distinguido, no se detuvo en los halagos, sino que caminó de frente.

Mi corazón latía a mil, vi la figura alta acercarse cada vez más, apreté sin darme cuenta la pluma en mi mano, hasta el siguiente segundo, cuando vi con mis propios ojos a este güey que compartía cama conmigo pararse frente a Abril como un caballero.

Un estruendo, algo en mi pecho pareció rajarse sutilmente.

La voz preocupada del güey me llegó a los oídos: —¿Qué pasó?

Su voz era pura como el vino, pero también quemaba el corazón.

¿Entonces, esta era la verdadera razón por la cual se esforzó tanto en no dejarme participar en el examen?

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