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Capítulo 07

Author: Pera Helada
Cuatro personas paradas en un lugar.

Tal vez que Zaid era demasiado llamativo, atrajo muchas miradas curiosas.

Me sentí incómoda por las miradas, cuando mi vista pasó por Abril, la chavita veía a Zaid con adoración, su postura era mucho más firme que la mía.

Sabía que esa era la confianza de la que está protegida.

—Zaid dice que ya casi es hora de comer —su voz terminaba en un tono ascendente, con la inocencia de una chavita en su forma de hablar—, quiere invitarme a comer en la cafetería del hospital.

Mateo me vio confundido, luego vio a Abril que estaba al lado de Zaid, dijo: —Dr. Gómez, ¿no vas a presentar?

Zaid fue corto y al grano: —Abril, una estudiante más joven de la facultad de medicina.

Abril parpadeó sus ojos de venadita, viendo la credencial frente a Mateo dijo: —Hola, Dr. Mateo, mucho gusto, es un placer conocerle.

Mateo asintió mientras sonreía incómodo, su mirada se detenía de vez en cuando en mi cara, la compasión casi se le desbordaba de los ojos.

—Luna, ¿por qué no vienes a comer con nosotros? —Abril me vio sincera, luego vio a Zaid: —Más tarde Zaid me va a llevar a conocer todo el Hospital PAZ, tú también puedes venir.

Sus ojos no ocultaban la admiración, pero esta admiración me dolía sutilmente.

Solo se conocían desde hace un mes, y yo, como su esposa, me había estado ocupando de Zaid por tres años completos, pero él ni siquiera me había dejado pisar la puerta del departamento de neurocirugía.

Ni hablar de conocer todo el Hospital PAZ.

—No hace falta —rechacé firmemente, le eché un ojo a Zaid: —Además, la situación del Hospital PAZ ya la conozco muy bien.

Después de decir esto me volteé y me fui.

Obvio, estas palabras no eran choro, al final en los tres años pasados, aparte de la escuela y esa casa, el lugar al que más había ido era el Hospital PAZ.

En los momentos más pegajosos, básicamente venía al hospital cada dos días, sabía clarito qué departamentos estaban del primer al quinto piso, si las puertas del laboratorio y el departamento de imágenes estaban a la izquierda o derecha, cuánto se tardaba caminando del área ambulatoria al área de hospitalización, dónde estaban los elevadores más llenos.

Soñaba que un día, cuando Zaid casualmente me mencionara algún detalle, yo pudiera responder fluidamente, para no quedarme callada.

Qué ridículo era que siempre estuviera pensando en cómo interpretar a una buena esposa, pero olvidé que mi matrimonio con Zaid era, desde el principio, un negocio.

En el cruce, Mateo de repente me alcanzó.

—Los días de lluvia no son buenos para conseguir taxi, ¿te llevo?

Traía un paraguas largo de güey en la mano, obvio lo sostuvo sobre mi cabeza, tal vez por haber corrido un poco, hasta su respiración andaba agitada.

—Gracias, no hace falta. Ya me sabía de memoria las rutas del metro para regresar a esa casa.

—Los resultados del examen se publican mañana temprano en la página oficial —Mateo me recordó paciente—, ten cuidado en el camino.

Después de decir esto me dio el paraguas, luego se volteó rápido y se fue.

Me quedé viendo el paraguas en mi mano, mis ojos se enrojecieron luego luego.

Mira, hasta un amigo que conocía desde hace menos de un año era más considerado que Zaid.

Con el paraguas regresé al laboratorio de la escuela.

El recordatorio de Mateo no estaba equivocado, el examen no había sido muy difícil, lo que de verdad sería decisivo era la entrevista después.

Tenía que echarle ganas de antemano.

Trabajé hasta que la luna estuvo en lo alto.

La vibración del teléfono interrumpió mis pensamientos, era una llamada de mi mamá.

—Te mandé la dirección a tu cel, vamos a cenar juntas.

Sin esperar mi respuesta, colgó de volada.

Era un restaurante privado de gama media-alta.

Me le quedé viendo a la dirección, pensé un momento y salí.

Media hora después, la mesera me llevó al privado, Laura, bien arreglada, levantó sus pestañas postizas recién puestas, dijo de malas: —Te mandé un montón de mensajes y no contestaste ninguno, ¿tan ocupada andas?

El aroma penetrante del perfume me entró por la nariz, fui directo al grano: —¿Qué es tan urgente?

—Te compré esto hoy cuando fui de compras —Laura me pasó una bolsa de boutique—, pruébatelo esta noche.

La recibí confundida, después de echarle un ojo no supe si reír o llorar.

Era un conjunto de lencería erótica negra.

—Los güeyes, no importa qué tan serios se vean, todos caen con esto —Laura no notó la incomodidad en mis ojos, me aconsejó: —¿No son estos días tu período de ovulación? Échale ganas.

Una sensación de humillación me subió al corazón, dije seria: —Mamá, ya no pienso tener hijos.

Apenas terminé de hablar, el plato que Laura tenía suspendido en el aire cayó con un "plop", después de un momento de sorpresa, de repente se levantó, sonrió dulce viendo hacia atrás de mí: —¡Ya llegó el yerno!

Me volteé y sí vi a Zaid parado detrás de mí.

Laura hasta lo había invitado a él.

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