Share

Capítulo 8

Penulis: Sofía Murón
Simona se sobresaltó, el corazón le dio un brinco. Se llevó la mano al pecho y habló en voz baja.

—Señor Olivar, soy yo.

Rolando la miraba con sus ojos oscuros y profundos, fijando la vista en la figura que se le acercaba un poco. Su cabello suelto, con un ligero ondulado, enmarcaba un rostro fino y pequeño. La seda de la pijama acariciaba su silueta, marcando con suavidad sus curvas.

—¿Señor Olivar?

Al no recibir respuesta, Simona insistió.

—¿Ha estado bebiendo?

Su voz tenía un tinte apaciguador. Rolando recordó la imagen de esa mañana: como un durazno maduro, listo para ser tomado.

El alcohol enturbiaba su mente y lo empujaba a perder el control.

Con un gesto, jaló su corbata y la tiró a un lado. Sin aviso alguno, se incorporó. Su cuerpo alto la cubrió en un paso, la rodeó con su brazo fuerte y, de golpe, atrapó sus labios.

—¡Mmm!…

Simona se quedó helada un instante, pero enseguida lo empujó con miedo. Retrocedió una y otra vez, frotándose con el dorso de la mano los labios, borrando el calor que aún sentía. Su rostro claro se humedecía en la mirada, enfurecido.

—¡Señor Olivar, está borracho!

Dio media vuelta y corrió escaleras arriba hasta desaparecer.

Rolando permaneció quieto largo rato, luego giró.

El mayordomo salió de entre las sombras, fingiendo no haber visto nada.

—¿Quiere que le prepare algo de cenar?

Rolando entornó la mirada y respondió con frialdad:

—No. Vete a descansar.

—Sí, señor.

Rolando subió a su habitación, entró al baño, se despojó de la camisa y dejó que el agua fría golpeara su espalda musculosa. El sonido de la ducha se prolongó bastante.

Al amanecer, Simona se marchó antes de que alguien despertara.

Simona no había dormido en toda la noche, con la mente agitada, así que decidió marcharse temprano.

De regreso en su casa, el recuerdo del beso de la víspera la perseguía: aquel roce impregnado de alcohol, el aliento ardiente de Rolando, la presión de su palma firme. Aunque todo ocurrió en un instante fugaz, la sensación seguía aferrada a su piel, como si no quisiera abandonarla.

Para distraerse, preparó el desayuno en su casa. Intentó grabar un video mientras cocinaba, aunque le resultaba torpe y repetitivo, pero al menos la mantenía ocupada.

Más tarde, Carrola la llamó desde la escuela.

—Mamá, vine con Francisca. No te preocupes… Ah, y papá también vino a verme. Según él, solo quería saludarme, pero estoy segura de que anda buscándote.

—Ya lo sé —respondió Simona con frialdad—. No te metas.

Colgó y siguió editando su video. Poco después, recibió una llamada de Ignacio.

—Simona, ¿dónde estás? Quiero hablar contigo.

Ella aceptó. También tenía cosas que decirle.

Se cambió de ropa y fue a la empresa de Ignacio. La recepcionista la saludó con una sonrisa:

—Señora, qué gusto verla.

Simona asintió en silencio.

Confirmó lo que sospechaba: Ignacio no había dicho nada de su divorcio.

Cuando quiso entrar a la oficina de él, una mujer la detuvo.

Era la misma con la que lo había sorprendido en el carro. Ahora trabajaba de secretaria en la empresa.

La mujer mostraba una arrogancia desafiante que no correspondía en lo más mínimo con aquel rostro tan simple y sin gracia.

—El señor Herrero está en reunión. ¿Tiene cita? Si no, tendrá que volver otro día.

Quería incomodarla con esa mínima autoridad.

Simona la miró con frialdad, sus ojos brillando con un filo cortante, y en lugar de contestarle, llamó a Ignacio desde su celular.

Él salió de inmediato, con la sonrisa y ternura de siempre.

—Simona, viniste.

Intentó rodearla con un brazo, pero ella lo esquivó. La otra mujer, celosa, reclamó:

—Señor…

Ignacio le lanzó una mirada helada que la hizo retirarse refunfuñando.

Ya dentro de la oficina, Ignacio había ordenado bebidas y bocadillos que a ella le gustaban.

Al verla distante, suspiró.

—Supe que andas cocinando para otros. Eso es indigno de ti. Si necesitas dinero, yo te lo doy.

Ella lo interrumpió con voz cortante:

—Ignacio, ¿fuiste tú quien le dijo a Frisco que estábamos divorciados?

Él se quedó un momento perplejo.

—¿Cómo crees? ¿Por qué lo mencionas?

Los ojos de Simona lo atravesaban.

Él intentó mostrarse tranquilo, aunque la incomodidad lo delató.

—Simona, ¿Frisco te hizo algo? Ese cabrón ya en la universidad no dejaba de perseguirte, ¿acaso ahora volvió a molestarte? No tengas miedo, yo mismo voy a buscarlo. Eres mi esposa, ¿cómo se atreve…?

—Tus empleados no saben nada. Yo tampoco lo he contado. Si no fuiste tú, ¿quién más? Ignacio, ¿acaso olvidaste que tú y yo nos graduamos de la misma universidad? Después de más de diez años, ¿de veras me has tomado por una tonta?

Ella entendía ya que él había soltado la noticia a propósito, quizá incluso empujando a Frisco a acosarla para obligarla a volver con él.

Simona no era ingenua. Que en aquel momento no lo hubiera pensado, no significaba que nunca pudiera darse cuenta.

El acuerdo de divorcio solo lo sabían ellos dos y la hija. Sin embargo, en apenas dos o tres días, Frisco ya lo supo. Sin duda fue Ignacio quien se lo contó, y solo a él.

De otra forma, un chisme así ya habría corrido por todo su círculo.

Lo mismo que ayer: lo de que Simona quería trabajar de cocinera, Ignacio ya lo sabía desde temprano.

Por supuesto, la gente a su alrededor también podía deducir que entre Simona e Ignacio había problemas, y por eso él ya no podía quedarse tranquilo.

Ignacio, al verse descubierto, mostró un gesto ligeramente rígido.

En los hermosos ojos de Simona no había ocultamiento alguno; su decepción hacia él era cada vez mayor.

—Ignacio, ¿de veras crees que con ponerme algunos obstáculos voy a regresar contigo?

Ignacio se apresuró a explicar:

—No, no. De verdad que no es así. Ese día estaba de mal humor, tomé unas copas con ellos y lo solté sin querer. No pensé que ese maldito de Frisco fuera a hacerte algo. Simona, te juro que nunca les pedí que te hicieran daño. Tranquila, voy a advertir a Frisco, y te aseguro que en adelante no se atreverá a tocarte.
Lanjutkan membaca buku ini secara gratis
Pindai kode untuk mengunduh Aplikasi

Bab terbaru

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 30

    Ignacio miró a Laurinda.—¿Tú ayudarme? Pero si eres la mejor amiga de Simona. ¿Qué es lo que quieres?No entendía que ella se pusiera de su lado y no del de su amiga.¿O sería que Laurinda quería sacar algo de él?Ella sostuvo su mirada inquisitiva y, poco a poco, se inclinó hacia él. Sus dedos rozaron el dorso de la mano de Ignacio; la voz le temblaba apenas, cargada de un nerviosismo sensual, los ojos húmedos, con un brillo insinuante.—Señor Herrero… yo lo quiero desde hace mucho tiempo.Ignacio arqueó las cejas, sin moverse.—Desde antes de Simona, ya lo quería.Una sonrisa ladeada, cargada de galantería, se dibujó en el rostro de Ignacio.—¿Ah, sí? ¿Y por qué no lo dijiste? Si me lo hubieras confesado antes, quizá hoy estaríamos juntos.Laurinda enrojeció como una muchacha tímida.—Usted siempre fue inalcanzable, tan perfecto… Yo, en cambio, me sentía poca cosa. Y cuando se unió con Simona, lo único que pude hacer fue desearles lo mejor en silencio.Ignacio soltó una risa baja.

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 29

    Ignacio llevaba ya varias copas en un bar. Varias mujeres se acercaron a coquetearle, pero él las echó con insultos.En otras ocasiones, si estaba de humor, se habría ido con alguna a un hotel cercano, rápido, sin complicaciones.Esa noche no tenía el menor deseo.La rabia de haber sido jugado por Simona seguía quemándole por dentro.En su cabeza, Simona no era más que una mujer hermosa y vacía: tantos años mantenida en casa, dedicada a cocinar un poco, salir de compras, hacerse tratamientos de belleza… nada de sustancia.Hasta había creído que su idea de divorciarse era un berrinche nacido del exceso de amor y la decepción.Jamás imaginó que terminaría arrancándole la mitad de sus bienes.Aunque todo quedara a nombre de Carrola, él lo sentía como una pérdida insoportable, como si lo hubieran despojado.—Señor Herrero.Otra voz femenina sonó a su lado. Ignacio gruñó, molesto:—Lárgate.La mujer no se movió; al contrario, tomó asiento junto a él.—Señor Herrero, soy Laurinda. No siga be

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 28

    El gesto de Ignacio se ensombreció un instante, como si lo hubiese sorprendido la culpa. Pero de inmediato la ira comenzó a apoderarse de él.—¿Entonces sigues empeñada en divorciarte?—Siempre fue mi decisión.La mirada de Simona era directa, sin esconder nada.Ese rostro impecable, que tantas veces había admirado, en ese momento se le antojó odioso.Por la mañana había sido toda ternura, logró arrancarle casi la mitad de sus bienes, y por la tarde le daba la espalda.De verdad la había subestimado.Ignacio apretó los dientes, furioso.—¡Muy bien, Simona, muy bien!No dijo más. Subió al carro con violencia y se marchó.La mirada de Simona se perdió bajo la luz fría de la noche. Los faroles dibujaban su silueta frágil y al mismo tiempo luminosa: sola, pero resplandeciente.Al llegar a casa, le entró una videollamada de Carrola. El primer pensamiento de Simona fue si Ignacio había descargado su enojo en la niña.—¿Tu papá no se puso contigo de malas? Lo que pase entre nosotros no debe

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 27

    Ella no respondió a Ignacio, en cambio, dirigió la mirada hacia la puerta de la escuela y pronto distinguió la silueta de Carrola. Entonces su sonrisa se volvió mucho más auténtica.Carrola la vio enseguida. Entre la multitud, su madre resaltaba: erguida, elegante, de facciones finas; con solo sonreír, transmitía una calma entrañable.—¡Mamá!La niña aceleró el paso, la coleta rebotando de un lado a otro, y se lanzó alegre a los brazos perfumados y suaves de Simona.Simona bajó la cabeza para mirarla, tomó la mochila que cargaba y se la entregó a Ignacio.—¿Se te antoja algo? Hoy tu papá y yo vamos a llevarte a cenar afuera.Fue entonces que Carrola reparó en su padre. La expresión de la niña, transparente como siempre, no supo disimular nada: la sonrisa se le borró y frunció apenas los labios.—¿No estabas ocupado, papá?El tono arrastraba un dejo de reproche que sonaba a burla.Simona lanzó una mirada penetrante a Ignacio, sin palabras, pero con suficiente filo como para obligarlo a

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 26

    Cuando Joselito terminó en la empresa Herrero, regresó a su despacho.Acto seguido marcó el número de Rolando.—Rolando, todo está hecho, salió sin contratiempos. La señorita Simona obtuvo lo que le correspondía.—Gracias.Joselito arqueó las cejas con una sonrisa irónica.—Vaya, tu agradecimiento suena curioso. ¿No debería ser la señorita Simona quien me dé las gracias? ¿Por qué hablas en su nombre? Y dime, mis honorarios de gran abogado, ¿te los cobro a ti o a ella?—Que lo arregle Julio.—¿Con tu dinero? ¿Y tú quién eres para la señorita Simona?Rolando guardó silencio. Joselito siguió sonriendo, sin exponerlo. De pronto recordó algo, y su voz se tiñó de diversión.—¿Sabes por qué todo salió tan fácil?… Jeje, parece que ayer subestimé a la señorita. No es nada ingenua. Su belleza es un cuchillo envuelto en terciopelo; con esa dulzura consiguió que Ignacio le firmara sumiso. Rolando, te lo advierto: cuidado con ese cuchillo suave, no vaya a clavártelo a ti.—Aunque, me da la impresi

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 25

    Después de que Joselito se marchó, Simona miró a Ignacio.—Ignacio, ve a ocuparte de lo tuyo. Por la tarde te espero en la entrada de la escuela, y vamos juntos a llevar a Carrola a cenar, ¿te parece?En los ojos de Ignacio brilló la sorpresa feliz. Al verla tan distinta, sin la frialdad de antes, pensó con alivio que Simona había cedido.—Está bien.Ignacio regresó a su oficina. En la sala de juntas quedaron únicamente Simona y Laurinda.Con los dedos largos y delicados, Simona tomó la taza de la mesa, bebió un sorbo en silencio y luego la dejó a un lado. Sus ojos claros y brillantes se posaron serenos en Laurinda.—Laurinda, ¿te acuerdas cómo fue que nos hicimos amigas?Laurinda apretó los labios, pero Simona habló primero.—Compartíamos dormitorio. Cada una estudiaba algo distinto: yo Letras, tú Derecho. Al principio no eras cercana conmigo; incluso llegué a sentir que te caía mal. Después todo cambió cuando Frisco empezó a perseguirme, insoportable como siempre. Una vez me defendis

Bab Lainnya
Jelajahi dan baca novel bagus secara gratis
Akses gratis ke berbagai novel bagus di aplikasi GoodNovel. Unduh buku yang kamu suka dan baca di mana saja & kapan saja.
Baca buku gratis di Aplikasi
Pindai kode untuk membaca di Aplikasi
DMCA.com Protection Status