All Chapters of El Amor Inocente Del Don De: Chapter 51 - Chapter 60

[REBECCA]El recuerdo todavía estaba vívido en mi mente. Había actuado con rudeza, como un tipo duro, pero en cuestión de segundos se encontró tirado en el suelo. Lynda, que estaba recostada a mi lado en la cama, se echó a reír. Me volví hacia ella y se me formó una sonrisa en los labios mientras escuchaba su historia.Habían pasado tres días desde que llegué a mi punto de quiebre y recurrí a la autolesión. Durante estos últimos días, había estado luchando con mis propias emociones, tratando de darle sentido a mi yo. Rara vez me dejaban solo. Lynda estaba a mi lado la mayor parte del tiempo, y cuando ella no estaba allí, Nona estaba. Las tardes las pasaba en compañía de Artemy, y esos momentos eran lo más destacado de mi día. Todas las noches, esperaba con ansias el momento en que me retiraría a la sala del piano. Después de la cena, entraba en la habitación y esperaba pacientemente a Artemy. Me perdía tocando el piano mientras él me observaba en silencio desde la distancia. Luego me

[ARTEMY]Los ojos de Rebecca estaban cautivados por la impresionante belleza que tenía ante sí, pero yo solo podía verla a ella. La visión de su pequeña pero dulce sonrisa iluminaba todo su rostro, irradiando emoción y pura felicidad. Sus vibrantes ojos verdes brillaban de alegría, sus mejillas se tiñeron de un suave rubor. No podía apartar la mirada de ella, completamente hipnotizado por su belleza en ese momento.Mientras ella inclinaba la cabeza hacia arriba y cerraba los ojos, dudé, di un paso más cerca y luego me detuve. Tragué las emociones abrumadoras que me oprimían la garganta, desvié la mirada y me concentré en lo que tenía delante. Ambos nos quedamos en silencio durante un rato y una inexplicable sensación de nerviosismo me invadió. Este lugar tenía un significado sagrado para mí. Desde que falleció mi madre, buscaba consuelo aquí día tras día, intentando desesperadamente aclarar mi mente.Sentí que le había dado todo lo que apreciaba, todo lo que se encontraba en lo más pr

[REBECCA]Estaba tumbada en mi cómoda cama, absorta en las cautivadoras páginas del libro que estaba leyendo. De repente, la puerta se abrió de golpe sin previo aviso, me hizo levantarme de golpe y el libro se me resbaló de las manos, cayendo silenciosamente sobre el colchón. El corazón me latía con fuerza contra el pecho, con un ritmo fuerte y errático.Lynda entró con el rostro radiante de emoción y sosteniendo en sus manos un magnífico ramo de delicadas flores rosas y blancas. —¡Artemy te trajo flores! —exclamó.¿Otra vez? Mis ojos se abrieron de par en par cuando ella se acercó, permitiéndome ver más de cerca las exquisitas flores. Extendí mi mano con entusiasmo, mi corazón bailando de anticipación. Lynda me entregó las flores y no pude evitar jadear.Eran sencillamente impresionantes, mucho más impresionantes que cualquier otra flor que me había regalado antes. Y el ramo en sí era magnífico, una impresionante muestra de belleza y color.Acerqué el ramo a mi pecho y miré a Lynda c

[ARTEMY]Abrí los ojos de par en par, alarmada, y me puse de pie rápidamente, lo que hizo que Bernadette perdiera el equilibrio y se tambaleara hacia atrás. —¿Qué pasó? —pregunté con una sensación de pánico en la voz.Lynda respiró profundamente y miró brevemente a Bernadette antes de responder: —Se torció el tobillo gravemente y no puede caminar. Está en su habitación.Solté una maldición en voz baja y salí apresuradamente de mi oficina. Al dirigirme a la habitación de Rebecca, descubrí que la puerta ya estaba entreabierta. Sin dudarlo, entré.—¿Rebecca? —la llamé y ella se movió en la cama y se sentó en cuanto reconoció mi voz. A pesar de su intento de parecer serena, un atisbo de incomodidad cruzó su rostro, evidente en el pliegue de su frente.Me apresuré a llegar a su lado y me detuve frente a ella. —¿Estás bien? —pregunté, mi preocupación era evidente en mi tono.—Estoy bien —me aseguró, pero pude sentir un rastro de dolor en sus palabras.Bajé la mirada hacia su tobillo enrojec

[REBECCA]—¿Cuánto tiempo más tengo que seguir con esta farsa? —pregunté, con el cansancio evidente en mi voz.Lynda se sentó a mi lado, con la mirada fija en el techo. —Tienes que hacerle trabajar —respondió con calma.—No creo poder mantener esta fachada por más tiempo —confesé, sintiendo el peso de la situación sobre mí.—Solo un poquito más —me aseguró Lynda; sus palabras contenían un rayo de esperanza.Desde el incidente de Bernadette, Lynda se había tomado la libertad de sermonearme durante horas y horas, detallando lo que debía y no debía hacer en mis interacciones con Artemy. Cada día se convertía en una lucha constante para parecer indiferente en su presencia.Cada vez que me sonreía y yo no le correspondía, me invadía una oleada de culpa. Era evidente que estaba perdiendo la esperanza y cada vez estaba más frustrado. Yo esperaba desesperadamente que el plan de Lynda funcionara y que todo el drama que habíamos orquestado no fuera en vano.Me incorporé, acerqué las rodillas al