Semua Bab La pareja prohibida del alpha: Bab 11 - Bab 20

Keera—Tengo que admitirlo —dijo Lexi con asombro mientras mirábamos alrededor del laboratorio. Se giró para mirarme con una expresión impresionada—. Hicieron un muy buen trabajo.Hice un gesto con la mano, quitándole importancia aunque en silencio estaba totalmente de acuerdo con ella. El laboratorio superaba por mucho mis expectativas. Eché un vistazo mientras avanzábamos hacia el interior. Estaba casi segura de que habían conseguido todo el equipo que habíamos pedido. Pasé el dedo índice por una de las superficies, buscando polvo, pero no encontré nada.Vale, sí. Estaba bastante impresionada.Lexi encendió las luces, iluminando aún más la sala. Caminé por el lugar, notando que habían incluido los hisopos, batas, apoyacabezas, mesa de autopsia y los bisturíes que habíamos solicitado. Me dirigí al mostrador donde Lexi estaba parada frente a un pequeño armario. Abrimos los cajones y encontramos gafas protectoras, kits de disección, guantes, frascos para muestras y evidencias, sobres,

KeeraDebería haber tenido miedo. Cualquier humano en su sano juicio lo habría tenido, especialmente cuando sus ojos destellaron en dorado, con su lobo amenazando con tomar el control. Por suerte, yo no era cualquier humana. Grayson estaba muy equivocado si pensaba que podía obligarme a obedecer cada una de sus órdenes. Estaba más que lista para enfrentarme a su lobo si llegaba a ser necesario. No tenía ningún derecho a dar órdenes como si yo fuera un miembro insignificante de su manada.—¿Por qué te empeñas tanto en ser tan terca? —preguntó, con un tono que sonaba como si realmente quisiera saberlo. Me retorcí en su agarre, intentando liberarme. En lugar de soltarme, me levantó el otro brazo por encima de la cabeza con su mano libre y sujetó mis muñecas aún con más fuerza—. ¿Qué demonios te da tanto valor?Apenas me contuve de maldecirlo.Respiré hondo por milésima vez desde que conocí a este hombre insoportable. No tenía sentido seguir forcejeando. Sabía perfectamente que no tenía n

KeeraNunca pensé que fuera posible trabajar en lo que yo trabajo sin desarrollar al menos algunas habilidades sociales. Como la capacidad de leer a las personas, por ejemplo. Con el tiempo, me había vuelto bastante buena en eso. Por eso, a pesar de que Grayson intentó ocultarlo, supe desde el segundo en que abrió la puerta que no estaba contento de verme.Lo que no entendía era por qué eso me molestaba tanto.Me mordí el labio inferior, recordándome que me había prometido a mí misma, de camino aquí, que no íbamos a terminar en otra de nuestras famosas discusiones.Estaba decidida a mantener esa promesa.Él se sujetó del marco de la puerta con una mano, mientras con la otra aún sostenía el picaporte. Vi cómo sus ojos bajaban hacia la comida casera que llevaba en las manos. Su rostro reflejaba sorpresa. Apreté más fuerte el tupper, estudiándolo. Todos habíamos quedado devastados cuando apareció otro cuerpo. Pero más doloroso fue el hecho de que se tratara de alguien cercano a Ginny.Gi

Keera—¡Mi… miérda! —grité al girarme, apenas evitando lanzar el café que tenía en la mano del susto. La niña responsable de asustarme estaba arrodillada en una de las sillas del comedor, con el cuerpo inclinado sobre la mesa. Su cabello rubio estaba recogido en dos coletas, con una brillante diadema rosa que combinaba con su camiseta. Tenía unos ojos grandes y oscuros que sin duda estaban fijos en mí. Parecía de unos seis años.—Me asustaste —le dije un poco más brusca de lo que pretendía.Ella parpadeó una vez, ladeando la cabeza.Miré alrededor de la cocina, pasando el comedor hasta el salón en busca de alguien con quien pudiera haber venido. Al no ver a nadie, fruncí ligeramente el ceño mientras tomaba un pañuelo y me secaba el café que se había derramado en mis manos. Tiré el pañuelo y volví a tomar la taza, recostándome contra el refrigerador mientras la observaba.Seguía mirándome con la misma intensidad.Volví a fruncir el ceño mientras me llevaba la taza a los labios. ¿Por qu

KeeraApagué la estufa, moviendo mis panqueques de la sartén a un plato llano. Aún era un poco temprano, pero tenía algunas cosas personales que hacer antes de comenzar con las actividades del día. Como responder algunos correos, por ejemplo. Había pedido que alguien más me cubriera en el trabajo por el momento. Bueno, en realidad fue Trevor quien lo pidió. Y ella iba a recibir un pago extra, pero aún así… No podía quitarme de la cabeza que ese caso me lo habían asignado a mí desde el principio, así que le pedí que me mantuviera informada.Pulsé el botón de la cafetera, mirando cómo el café comenzaba a fluir hacia mi taza. Me froté los ojos, sintiendo una punzada en la cabeza por la falta de sueño durante la noche. No había parado de repasar mentalmente toda la reunión una y otra vez. Al principio pensé que lo estaba imaginando, pero era cada vez más obvio que a Ria no le gustaba que hubiera humanos en la manada. O más específicamente, que yo estuviera en la manada.Y ni siquiera la c