Gabriel salió tambaleándose del departamento de Antonia, como si hubiese escapado de un incendio.Los trozos de papel en su bolsillo le quemaban, aunque estuvieran separados por la tela. No podía ni sentarse tranquilo.Los volcó sobre la mesa, pero solo se atrevía a mirarlos desde lejos.Sus manos, como congeladas, se negaban a tocarlos.Su rostro, pálido como una sábana.Hasta que cayó la noche. Solo entonces, con dedos entumecidos, se atrevió a acercarse.Uno por uno, intentó reconstruir el rompecabezas.Sus lágrimas cayeron sin querer sobre los pedazos de papel. Gabriel, asustado, intentó secarlos con la palma de la mano.Pero no paraban.Las gotas cayeron sin freno hasta empapar toda la hoja.Y entonces se quebró.Lloró con una desesperación infantil, como si el llanto pudiera traerla de vuelta.Sobre aquella hoja, con letra temblorosa y manchada, Julieta le había dejado su última palabra:"Gabriel Fuentes, de las cinco cosas que te pedí, no hiciste ni una bien. Así que como castig
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