Damián corrió hacia la habitación de servicio.Todo seguía igual.El desorden, las maletas abiertas, las cosas esparcidas por el suelo.Tal como Emilia lo dejó.Julián llegó tras él, y al ver el desastre, frunció el ceño con desaprobación.—¿Qué pasa? ¿Tanto le cuesta volver a casa?Violeta, con un gesto incómodo, trató de calmar la tensión:—Emilia siempre ha sido muy terca... Seguro que cuando se le pase, vuelve como si nada.Damián la miró de reojo, impaciente.—¿Puedes dejar de hablar?Violeta se atragantó con su propia saliva.Sus ojos se llenaron de lágrimas.—¿Y qué dije de malo? ¡Ella siempre ha sido así!Pero esta vez, Damián no la consoló.No le tendió los brazos.No le dijo que todo estaría bien.No la protegió.En su mente, la figura de Emilia era un eco constante.¿Cómo comenzó todo?Recordó a Violeta parada frente a la puerta de su empresa, asustada, diciendo que no tenía estudios pero quería trabajar.Él la aceptó.Tres años, casi sin trabajar, protegida, mimada.Todo el
Magbasa pa