Macerio –mi hermano– soltó la carcajada:—Nena, aunque te duela el orgullo, ¡no hace falta inventar historias!—Además, si alguien te quisiera, ¿crees que yo, tu hermano, no lo sabría?Las risas estallaron a su alrededor. Después de años persiguiendo a Lonzo, todo el mundo lo tenía clarísimo.Guillermo fingió pensarlo un momento y añadió:—¿Será que planeas poner celoso a Lonzo?—Con ese truco tan chafa, Alfreda, ¿no te mueres de risa tú solita?Amarissa alzó la voz, dulce, para frenarlos y luego se volvió hacia mí:—Hermana, todo esto es una broma para animarme. Te agradezco que les sigas el juego…—Sé que te gusta Lonzo desde hace años, pero el amor es de dos, ¿no?—Una chica vale por su dignidad. Papá y mamá están aquí, igual que todos los invitados; no te aferres más, porfa.Hablaba bajito, con ternura, pero cada palabra me señalaba como la vergüenza de la noche.Al mirar hacia las mesas, vi a mi padre con la cara hecha un tomate, disculpándose con los invitados.Inspiré hondo y re
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