Adrián carraspeó, ensayando en su mente cómo reencontrarse conmigo, imaginando que yo correría llorando a sus brazos, y él, con severidad fingida, me reprocharía: “No vuelvas a hacer un berrinche así, ¿acaso no podemos hablar bien las cosas?”.Después, yo le pediría disculpas llenas de remordimiento, y él, magnánimo, me daría un beso.Pero cuando Adrián empujó la puerta, lo que encontró no fue a la persona que anhelaba día y noche, sino a Luna Fernández.Su rostro se ensombreció por completo.Luna, como si no notara nada extraño, se acercó cariñosa y le tomó del brazo.—Lo sabía, Adrián, sabía que recapacitarías —dijo entusiasmada—. Un asunto tan importante como el matrimonio, ¿cómo podrías echarte atrás?Lo tomó de la mano con euforia, jalándolo hacia dentro de la casa.—Mira, ya hice que tiraran todas las cosas de esa zorra, no quedó nada. Por tratarte así, se merece marcharse sin nada.Adrián estalló su furia, sacudiendo su mano con brusquedad.—¡¿Cómo te atreves?!Corrió hacia nu
Read more