En ese momento, yo no tenía idea de que Nicolás había puesto la ciudad de cabeza buscándome. Londres. El lugar al que Ivanna siempre quiso venir. Al final, fui yo quien llegó.Caminando por sus calles, que se sentían más grises con cada día que pasaba, a menudo me descubría pensando que era Ivanna.Nadie sabía que mi dedicación casi obsesiva a la pintura no nacía de una verdadera pasión. Lo hacía solo para parecerme más a ella. Creía que, si lograba ser su reflejo, podría estar un poco más cerca de Nicolás.Pero por una ironía del destino, fue Ivanna quien abandonó la pintura a medio camino y nunca más tocó un pincel. Y fui yo, en cambio, a quien terminaron aclamando como un prodigio, una artista que hacía hablar a sus lienzos.De hecho, los diez años que pasé casada con Nicolás coincidieron con mi época creativa más aclamada. Ahora, varias de esas obras estaban expuestas en la galería más importante de Londres.Pasé casi dos semanas en la ciudad, flotando en una especie de neblina, y
Read more