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Todas las Flores que No Fui
Todas las Flores que No Fui
Penulis: Luna Roja

Capítulo 1

Penulis: Luna Roja
Casarse con un mujeriego es una prueba de resistencia. Mientras veía cómo se agotaban los pañuelos en mi mano, esa frase apareció en mi mente sin previo aviso.

La chica sentada frente a mí se llamaba Aitana Solís, estaba en su último año de universidad. Llevaba llorando dos horas seguidas desde que entró.

Y eso que su relación con Nicolás apenas había durado un mes. En realidad, no valía la pena llorar hasta que se le corriera todo el maquillaje.

Quise consolarla, pero de pronto me miró con los ojos enrojecidos.

—Me dijo que me parecía un poco a ti. Y viéndote bien, creo que sí.

Me quedé helada. Ninguna de las amantes anteriores de Nicolás me había dicho algo así. Aitana sorbió por la nariz y se secó una lágrima.

Su tono era burlón, como si me estuviera desechando después de haberme usado.

—No necesito tu lástima. Tú estás mucho peor que yo.

Y tenía razón, ¿no? Todos en la ciudad sabían que Nicolás se había casado con la esposa perfecta.

Tan perfecta que, a pesar de que él le ponía el cuerno una y otra vez, ella todavía tenía que lidiar con sus exnovias. A cada chica con la que salía después de la boda, yo las llamaba sus ex.

Había perdido toda la dignidad que se supone que tiene una esposa. El celular vibró sobre la mesa. Era un mensaje de Nicolás.

Nicolás: [¿Todavía no terminas? La película ya va a empezar].

Dejé el celular boca abajo sobre la mesa y levanté la vista hacia los ojos de Aitana, que se habían puesto aún más rojos.

—Dime qué quieres de compensación. Lo que sea, yo te ayudo a conseguirlo.

Había repetido esas palabras tantas veces que ya sonaba como una experta en recursos humanos liquidando a un empleado. Ella suspiró y se levantó de pronto.

—No quiero nada.

Suspiré.

—Deberías pedir algo.

Dinero, un carro, un departamento... Algo real, algo que pudieras tener en tus manos. Su mirada se volvió seria. Levantó la taza y, lentamente, derramó el café ya helado sobre mi cabeza.

—Estoy embarazada. Y lo voy a tener.

La miré sin poder articular palabra, olvidando cualquier otro argumento. Apenas logré sonreír amargamente, intentando que no se notara.

Nicolás, al final no cumpliste ni una sola de las promesas que me hiciste.

***

Entré al carro, empapada, y me senté en el asiento del copiloto. Nicolás estaba hablando por teléfono. No se molestó en disimular. Por su tono, supe que ya tenía a alguien nueva.

Sin darme cuenta, apreté el cinturón de seguridad con tanta fuerza que me dolieron las yemas de los dedos. No sé qué le dijeron del otro lado de la línea, pero se rio y las arrugas en las comisuras de sus ojos se marcaron.

—Bueno, bueno, en la noche voy a verte.

Colgó, encendió el motor y giró un poco la cabeza para mirarme. Su mano en el volante se tensó de repente y su expresión se volvió seria.

—¿Fue ella la que te lo echó?

Yo ya había sacado un pañuelo y me estaba secando el pelo. Quizá porque no dije nada, se acercó y me quitó el pañuelo de la mano.

—No te muevas.

Por reflejo, intenté alejarme, pero me jaló hacia él con una actitud autoritaria. Lo hacía con cuidado, pero tenía la frente arrugada y una actitud de fastidio.

—¿Y te quedaste ahí sentada, dejando que te lo echara encima? ¿Dónde quedó esa mujer que se me enfrentaba por todo?

Antes...

Esa sensación de vacío que se había instalado en mí desde que conocí a Aitana comenzó a expandirse. Me solté de su abrazo y dije en voz baja:

—No iba a ponerme a discutir con una embarazada. ¿O tú qué hubieras hecho?

Parecía avergonzado, pero mantuvo la expresión tensa y siguió secándome el pelo con terquedad. No volvimos a hablar en todo el camino. Él conducía y yo miraba por la ventana.

De reojo, notaba que de vez en cuando me lanzaba miradas inquisitivas. Una inquietud sutil se extendía dentro de mí, como ondas en el agua.

Mi decepción ya había recorrido un largo camino, uno que había dejado atrás la desesperanza para convertirse en apatía.

Vi la película sin prestar atención. Nicolás se la pasó casi todo el tiempo cabizbajo, respondiendo mensajes.

Cualquier rastro de solemnidad que pudiera tener nuestro aniversario se había derrumbado junto con los créditos finales de la película.

Lo irónico fue que, al terminar, todavía tuve que sentarme a su lado y verlo actuar.

Los invitados eran solo familiares y amigos cercanos. Las invitaciones de la familia Serrano de Los Ángeles se habían enviado con dos semanas de antelación.

Durante la cena, entre el tintineo de las copas, Nicolás se dedicaba a socializar mientras, al mismo tiempo, me servía en mi plato.
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