MasukLlevo diez años casada con Nicolás. He conocido a cada una de sus novias. Cada vez que se aburría y quería cambiar, yo era su mejor pretexto para terminar con ellas: —Si te casas conmigo, vas a terminar igual que ella. Nos acostumbraríamos tanto el uno al otro que se perdería toda la emoción. En nuestro aniversario de bodas, yo le secaba las lágrimas a la universitaria que acababa de dejar, mientras él llevaba a su nueva conquista al cine. Cuando se acabó el paquete de pañuelos, fue como ver un reflejo de mi pasado. Así que le pedí el divorcio. Su reacción fue de una confusión genuina, algo raro en él. —¿No vas a esperar un poco más? Tal vez lo nuestro pudo funcionar. Le dediqué una sonrisa vaga, sin responder, y compré un boleto de avión para cruzar el océano. Ya no podía esperar a que cambiara, así que decidí dar el primer paso.
Lihat lebih banyakDe vez en cuando, me encontraba con alguna de ellas. Una le pasaba el brazo por los hombros a la otra para presentarme.—Ah, mira, la exesposa de Nicolás... aunque, la verdad, siempre pareciste más su asistente.Sonreí, tratando de disimular la incomodidad.—¿Por qué lo dices?—Es que nunca había visto a una esposa rogarle a la amante que pidiera más dinero por la separación. En serio, qué considerada.Las dos se rieron. Por dentro, me sentía en paz. Por fin podía volver a verlas sin que se me llenaran los ojos de lágrimas.Aunque también sentía un poco de melancolía. Era una lástima lo que había pasado con esa chica, Aitana.***Fui a recoger un café que había pedido para llevar cuando alguien me llamó. Una silla de ruedas se acercaba lentamente, y me encontré con la mirada de Nicolás.Empezaba a hacer calor y llevaba el cuello de la camisa desabotonado, el área de sus piernas seguía cubierta con una manta delgada. Quizá notó hacia dónde estaba mirando, porque la acomodó con un gesto
Desde que tengo memoria, he vivido a la sombra de Ivanna. Como si yo fuera su reflejo, pero uno imperfecto y borroso.Evité su mirada y estiré la mano para arroparlo mejor.Pero mi mano se quedó suspendida en su trayecto. El hueco bajo la manta me dejó un vacío en el pecho. Él sonrió, pero fue una sonrisa incómoda y sin alegría.—Bueno, se me acabaron las andadas, ¿no crees?Lo miré, sintiendo cómo la sangre me subía a la cabeza.—¿Estás loco? ¡Llevabas a Aitana en el carro! ¿Por qué ibas tan rápido?Su mano, que descansaba sobre las sábanas, temblaba ligeramente. Intentó curvar los labios en una sonrisa, pero ya no había rastro de ligereza en su gesto.—Por un momento, pensé que eras tú…***Ese día había ido a negociar con Aitana. Llevaba más de dos semanas sumido en el caos, atormentado por sus propios fantasmas hasta el punto de la locura.Sabía que sus padres querían que conservara a ese bebé, por muy vergonzoso que fuera.Se quedó un buen rato en la puerta, pensando las opciones
Esa noche regresó de madrugada, impregnado de perfume y alcohol.Cuando, con el corazón en un puño, le entregué la propuesta de inversión que mi padre me había pedido que le diera, la aversión en su mirada fue como una bestia salvaje a punto de devorarme.No recuerdo cómo terminé en el sofá, ni en qué momento me arrancó la ropa. El resto se perdió en fragmentos confusos en mi memoria. La noche se convirtió en una pesadilla de agresividad y sollozos ahogados por el dolor.Lo que pareció traerlo de vuelta a la realidad fue la sangre que no dejaba de brotar, manchando la alfombra.Pasó menos de medio día entre que supimos que tendríamos un hijo y que lo perdimos.—Escuché todo lo que dijo el doctor. Y también sé que lo amenazaste para que me contara otra cosa.Abrí la boca para responder, pero al ver la expresión indescifrable en su cara, se me quitaron las ganas de seguir hablando.—A lo mejor alguna vez sí nos quisimos. Pero se nos pasó el tiempo. Ahora, cuando miro atrás, solo encuentr
—Les digo a todas "tus ex", aunque hayan aparecido mientras estábamos casados. Pero ninguna de ellas fue la que destruyó mi matrimonio. El único que me ha estado consumiendo, desde el principio, eres tú.Todas fueron pasajeras, tan fugaces como el agua que corre.Llegué a pensar que al menos ellas eran mejores que yo, que de alguna forma habían dejado una marca en el corazón de Nicolás.Pero al ver su mirada cada vez más perdida, de pronto sentí una lástima infinita por todas ellas.—¿No te acuerdas? Esta de aquí te gustaba más. Estuvieron juntos más de un año. Hasta vino a buscarte vestida de novia para que no la dejaras. Y esta otra… ¿te acuerdas? Mis papás los vieron juntos y te reclamaron. Por ella, le cortaste varios préstamos del banco a la familia Montes.Quizá fue porque, en estos diez años, mis padres me habían hecho tantas exigencias absurdas, a veces de frente y otras por debajo del agua.Al volver a pensar en ellos, ya no sentía gran cosa. A Nicolás, en cambio, le empezaron






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