Guillermo parecía haberse quedado sin palabras por mi pregunta; al otro lado del celular, la conversación cayó en un breve silencio.Lo vi abrir apenas la boca, como si quisiera decir algo, pero Saúl le arrebató el teléfono de golpe.—¿Susan, todavía tiene dignidad? —me gritó furioso—. ¿Acaso cree que cualquiera es como usted, una ladrona del lugar que le corresponde a la futura Luna? Le aconsejo que deje de soñar, despierte y acepte su destino. Conviértase en la sirvienta de Luisa, expíe sus pecados en silencio. No siga siendo tan estúpida, haciendo que toda la tribu se avergüence de usted.Dicho esto, colgó bruscamente.Guillermo frunció el ceño, evidentemente incómodo con la actitud de Saúl, pero no dijo nada.Luisa, en cambio, se acurrucó dulcemente en sus brazos y, con aire de triunfadora, acarició la cabeza de Saúl para calmarlo:—Ya basta, Saulito, no te enojes. Estoy segura de que Susan no lo hizo a propósito. Solo que aún no puede aceptarlo. Guillermo, hoy estoy muy feliz,
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