—Lucía López, Dani es el jefe de cirugía. Él me permite llevar uñas postizas en la operación. ¿Qué derecho tienes tú, una simple asistente, a darme órdenes?La voz familiar me taladró los oídos. Abrí los ojos instintivamente y me encontré con el rostro altivo de Sofía.Eché un vistazo a mi alrededor. En ese momento, en el quirófano, se estaba realizando un trasplante de corazón. Para garantizar la esterilidad, todos estaban cubiertos de pies a cabeza con trajes quirúrgicos.Todos menos Sofía. No solo tenía las manos adornadas de brillantes, sino que ni siquiera llevaba mascarilla.En ese instante, supe que había renacido. Había regresado al día en que el alcalde fue operado.En mi vida anterior, mi esposo, Daniel Díaz, durante una delicada operación de trasplante de corazón, había insistido en que su amiga de la infancia, una simple estudiante en prácticas, fuera su asistente.Ella, torpe como era, no solo tomó el cuchillo de cirugía equivocado, sino que además ignoró las normas más bá
Magbasa pa