Yo estaba recostada en la cama cuando Samuel se acercó y, con naturalidad, levantó mi blusa.Al instante me puse tensa, pero él solo sonrió:—¿En qué estás pensando?Su mano recorrió la cicatriz y luego comenzó a trazar algo sobre un papel.—Eres mi nueva obra.—Y serás mi favorita.Sus yemas de los dedos acariciaban mi abdomen, despertando un hormigueo que me recorría la piel.No pude soportarlo más y tomé su mano, le tiré del cuello de la camisa y lo atraje hacia mí.—Samuel, ¿qué somos ahora?Él me miró a los ojos y dijo con seriedad:—Si tú quieres, al siguiente segundo podemos ser novios. En un año, marido y mujer.Sonreí, rodeé su cuello con mis brazos y lo besé.Al notar mi iniciativa, Samuel se encendió de inmediato.Tomó mi rostro entre sus manos y profundizó el beso. Su forma de besar era igual que él: intensa, desenfrenada y llena de posesión.Justo cuando nos separamos, Lorenzo entró en la habitación.—Ah… olvidé algo… ustedes… sigan.Oí la risa suave de Samuel.
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