—Javi, come tranquilo con tu papá. Mamá tiene que irse.Apenas dio dos pasos cuando Daniel la sujetó de la muñeca con una fuerza brutal.—¿Me estás haciendo un berrinche, Valeria? —escupió entre dientes.Ella se sacudió, le dolió, y bajó la voz, cargada de rabia:—Delante del niño, señor López, contrólese.“¿Controlarse?” Daniel soltó una risa incrédula. Su esposa cenando con otro hombre, así, como si nada… ¿y todavía le pedía respeto? ¿Con qué cara?—Haz que se vaya —dijo, cada palabra más pesada que la anterior.De un tirón, la estrelló contra su pecho y, aprovechando, le sujetó la cintura, justo en la curva de la espalda. El cuerpo de ella, blando, y el de él, rígido, se golpearon de lleno.A Emilia se le abrieron los ojos; se le descompuso la cara.Valeria tembló y, con toda su fuerza, se zafó de su agarre. En tantos años de matrimonio, ni en la cama, en los momentos más íntimos, Daniel la había abrazado o besado así. Ella era una mujer con necesidades, sí; alguna vez lo había dese
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