En la librería más grande de Manhattan, un inmenso cartel de mi nuevo libro colgaba en el centro del lugar.—Muchas felicidades, señorita Rossi, la primera edición de cien mil copias ya se agotó —dijo el gerente de la tienda, con la cara iluminada por una sonrisa radiante—. Sin lugar a dudas, este es el fenómeno literario del año.Firmé el último ejemplar, dejé la pluma sobre la mesa y me sobé la muñeca, que ya empezaba a dolerme.Cinco años atrás, jamás habría imaginado un momento de tal éxito, y mucho menos siendo la autora superventas Christine Rossi. Tenía que admitirlo: la sensación de tener el control de mi destino era embriagadora.Estaba a punto de levantarme para dar por terminado el día cuando una figura pequeña entró a tropezones, llamándome con timidez.—Christine...Levanté la mirada y mis movimientos se congelaron por un segundo.Luca, que ya tenía casi siete años, estaba más alto. Llevaba un trajecito formal y apretaba con fuerza una copia de mi libro contra su pecho.Pe
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