CATHERINEDos meses despuésEl sol florentino sanó mis heridas. En los campos de la Toscana me reencontré conmigo misma.Pinté, leí y estudié a los clásicos. Sin llamadas de Luciano. Sin noticias de Maya. Sin la sombra de la mafia de Nueva York acechando.Solo yo y el arte en su estado más puro. Diseñé una docena de vestidos nuevos, inspirada por los maestros del Renacimiento. Eran elegantes, puros, dotados de una gracia intocable.Esta era mi nueva vida. El día que regresé a Nueva York, el aire de otoño se sentía fresco y nítido. El aeropuerto bullía de actividad, pero mi corazón permanecía en calma.Mi padre estaba ahí para recogerme.—Te ves muy bien —sonrió—. Recuperé a mi hija.—Así es —le devolví la sonrisa—. Estoy lista para empezar mi nueva vida.El auto avanzó hacia casa. Nueva York seguía siendo Nueva York, pero yo ya no era la misma.Mi historia había viajado más rápido que yo. Se convirtió en un susurro entre la élite: la prometida del Don que renunció al trono para elegirs
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