Mi prometido, Don Luciano Carbone, y mi mejor amiga, Maya, nunca se llevaron bien. Eran como agua y aceite cada vez que se veían. Sin embargo, antes de mi boda, descubrí que llevaban mucho tiempo acostándose.Hoy, Maya llegó de Miami para acompañarme en mi última semana de libertad. Se había cortado el cabello. Lo llevaba corto, negro y con un aire rebelde.Chamarra de cuero, jeans rotos y ese mismo par de botas Doc Martens de siempre. Era una anarquista en mi mundo de etiqueta y orden. Pero era mi mejor amiga.Ella pidió comida a domicilio, y nos preparamos para una noche de chicas sin salir de casa. Pero cuando se metió a bañar, el celular vibró en el sofá. La pantalla se iluminó.Eché un vistazo, pensando que sería el aviso de la comida. Pero lo que había en la pantalla no era una aplicación de reparto. Era un mensaje de texto.—¿Puedes ver quién es? —gritó Maya desde el baño.Rey de Espadas: “Que empiece el juego. Mi arma está lista para ti esta noche”.Me quedé paralizada con la m
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