¡Sorteé a mi esposo y me salió un bombón!
El día que cumplo veinte años, mis papás ponen ante mí las fotos de herederos de las grandes dinastías empresariales del país para que elija con quién formalizar una alianza.
En mi vida anterior escogí sin dudar a Alonso Rivas, el heredero más brillante de la élite capitalina. Después del matrimonio supe que la mujer de sus sueños, Daniela Romero, se hundió en una espiral de dolor: una noche, borracha en un bar, fue agredida por unos sujetos; intentó quitarse la vida tres veces.
Alonso decidió que yo era la raíz de todo, le regaló a Daniela los bienes de mi familia y vació a los Molina.
Al final, incluso la dejó cortar los frenos, condenándonos a los tres a morir en un accidente brutal
Esta vez, con los ojos cerrados, elegí al azar una foto. Dejé que el destino eligiera por mí. Al final, Alejandro de la Vega el destino lo trajo a mi lado, heredero de Guadalajara: austero, espiritual, con el corazón en paz. Pero cuando entré del brazo de Alejandro a nuestra fiesta de compromiso… Alonso enloqueció.