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Capítulo 2

Author: Junio
Al mediodía siguiente, salí de la habitación envuelta en la ropa que había sido rasgada.

Justo entonces vi a Daniela entrando en la habitación de Adrián con un tazón de sopa, con una marca roja aún visible en su cuello.

Al verme, sus ojos me escanearon de arriba abajo, y una sonrisa burlona apareció en sus labios.

—Sofía, ¿tan apurada? ¿Acaso hizo algo que no debía?

Se plantó frente a mí, la barbilla ligeramente alzada.

—No me diga que, por ambición, sedujo a un hombre que bien podría ser su padre. Qué ridículo.

—¿Hablas de ti misma? —inquirí, mirándola directamente.

Daniela resopló.

—No pierda el tiempo con insolencias, Sofía. No somos iguales. Yo me casaré con Adrián, mientras que usted no es más que un juguete para la cama.

Ajusté mi ropa.

¿Un juguete para la cama? En mi vida pasada, Matías sí había contratado a alguien, pagándole después para silenciarla.

Pero esta vez era diferente. Si antes había podido quedar embarazada de Adrián, ahora lo lograría con Matías.

Mis ojos se posaron en el tazón que Daniela sostenía.

—Mejor entra a atender a Adrián.

Me disponía a irme cuando, por el rabillo del ojo, vi a Adrián acercarse.

Tomó a Daniela por la cintura y la atrajo hacia sí.

—Cariño, después de lo cansada que terminaste anoche, ¿por qué no descansas más conmigo?

Daniela fingió un gesto de preocupación.

—Tengo que trabajar. No puedo quedarme. —Luego me miró—. Sofía sí que tiene tiempo libre. ¡Qué envidia!

Adrián soltó una risa fría.

—Ella no es nadie. Olvida esos trabajos. Ahora eres mía.

Entonces su mirada se volvió hacia mí, gélida.

—¿Fuiste tú quien mandó a buscar a Daniela? Al menos tienes cerebro. Pero no olvides tu lugar. ¡No codicies lo que no te pertenece!

Sus palabras me atravesaron, dejándome como una bufona.

El amor es imposible de ocultar.

En mi vida anterior, Adrián me había salvado del acoso escolar, y me había enamorado de él en secreto.

Tras graduarme, incluso había trabajado como mayordoma interina en su casa solo para estar cerca.

Le había preguntado si realmente quería casarse conmigo. A lo que él asintió y me tranquilizó:

—Claro que sí. Cuida de nuestro bebé.

Pero una vez que controló la familia Mendoza, perdió toda paciencia conmigo.

¡Adrián era la definición de hipocresía!

—Lo sé —asentí con naturalidad.

Esta vez, con Daniela «rescatándolo», ¿lograrían ser felices para siempre?

Me disponía a irme cuando Adrián se interpuso, bloqueándome el paso.

Sus ojos se clavaron en mi brazo, donde aún se veían marcas rojas.

—¿Quién te hizo esto?

Agarró mi muñeca con fuerza.

—¿Tan desesperada estás? ¿Ni un minuto pudiste esperar?

El dolor me hizo fruncir el ceño.

—¡Suélteme!

Su rostro se enrojeció de ira.

—¿Fue con un guardia? ¿Eres tan patética?

Sus ojos ardían, como si deseara arrojarme fuera en ese instante.

Iba a responder cuando un grito de Daniela nos interrumpió.

—¡Ay, qué caliente!

Adrián me soltó de inmediato.

La sopa se había derramado, y Daniela sollozaba, sosteniendo su brazo.

—¡Me quemé!

Adrián la abrazó, protegiéndola.

Daniela, apoyada en su hombro, me lanzó una mirada triunfal.

En el pasado, además de seducir a Adrián, Daniela se había relacionado con varios hombres mayores para entrar a la alta sociedad.

Cuando Adrián se casó conmigo, se fue con un viejo, a quien, incluso, le dio un hijo en el extranjero. Pero terminó golpeada, asesinándolo antes de suicidarse.

Adrián juró que ella había muerto por su amor.

Miré mi reflejo en el espejo.

Un hormigueo en mi vientre me confirmó lo que ya sospechaba.

Pronto sería madre. Y los herederos de la familia Mendoza ya no estarían limitados a Adrián.

Una risa seca escapó de mis labios. Pero mis ojos permanecieron fríos.
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