Mientras él celebra su boda, yo me hundo en el mar

—Profesor, estoy de acuerdo en participar en el experimento de criogenización. Por favor inscríbame —dijo Camila con calma.

Desde el otro lado del teléfono, la voz del profesor Sanz sonó cargada de preocupación:

—Camila, ¿realmente lo has pensado bien? Sé que la noticia del cáncer ha sido un golpe duro para ti, pero todavía hay esperanza de tratamiento...

—Tengo cáncer de páncreas, en fase terminal, profesor. No tiene cura.

El profesor Sanz suspiró antes de hablar:

—Entiendo, pero la tecnología de criogenización del grupo de investigación no está perfeccionada. Nunca ha sido probada con personas vivas. ¡Es muy probable que pierdas la vida en el instante mismo de la congelación! Piénsalo de nuevo...

—Profesor, ya he tomado mi decisión —respondió Camila con una sonrisa.

Después de decir esto, colgó el teléfono.

En la pantalla de su móvil, una notificación de hacía unos minutos captó su atención. En la fotografía, Paula Figueroa y Gabriel aparecían con los dedos entrelazados, y en el anular de Paula brillaba un anillo de diamante azul.

El diamante relucía con tanta intensidad que incluso a través de la pantalla hería los ojos de Camila.

Se mordió el labio con fuerza, pero aun así no pudo contenerse. Con el rostro bañado en lágrimas, pensó que ese día era su cumpleaños, y él, el hombre que más amaba, había decido celebrarlo, dándole a otra el anillo que ella misma había diseñado.

«Gabriel, ¿realmente tenía que ser así?», pensó. «¿Tanto me odias?».

La comida caliente sobre la mesa se fue enfriando poco a poco, al igual que su corazón. Camila, inmóvil frente al plato intacto, no pudo tragar nada más que silencio.

A las dos y media de la madrugada, la puerta por fin se abrió. Gabriel entró con el frío de la noche pegado a su cuerpo.

—¿Por qué no estás dormida? —preguntó, frunciendo el ceño, al verla—. ¿No te dije que esta noche estaría con Paula y que volvería tarde?

Camila bajó la cabeza y, tras un largo silencio, murmuró:

—Feliz cumpleaños…

Ya era tarde. La medianoche había pasado, al igual que su cumpleaños.

—Camila, ¿estás de broma? —dijo Gabriel con impaciencia—. Paula es mi novia. Es normal que ella celebre mi cumpleaños conmigo. ¿Quién te crees que eres tú? ¡Soy tu tío! Ubícate. Entre nosotros no puede haber nada. ¡Esos pensamientos indecentes que tienes solo me causan repulsión!

Tras decir esto, salió dando un portazo.

Probablemente en busca de Paula, después de todo, acababa de decir que ella era su novia.

Camila seguía con la cabeza gacha, mirando sus pies, y, con voz apenas audible, susurró:

—Tío, lo siento… No volverá a pasar. Este es el último cumpleaños que podré pasar contigo.

Hacía tanto frío en la habitación que Camila no pudo evitar preguntarse: ¿Qué será más frío… esta habitación o el congelador?

Desde pequeña le había tenido miedo al frío. En invierno, solía caminar descalza, abrazando su conejo de peluche para dormir con su tío. En ese entonces, él la quería. No le hablaba con frialdad. Sino que le sonreía mientras la subía a la cama, y le contaba cuentos, mientras la arrullaba hasta dormirse…

En redes sociales, Paula había publicado la foto de sus manos entrelazadas con las de Gabriel. Llevaba puesto el Corazón de Sirena que ella había diseñado y anunciaba orgullosamente a todos:

«¡Nos hemos comprometido!»

Y fue en ese momento cuando Camila recibió el formulario de consentimiento electrónico del grupo del experimento de criogenización humana.

No firmó de inmediato. Primero, intentó llamar a Gabriel.

Sin embargo, la llamada fue rechazada. Volvió a intentarlo. Y, después de cinco rechazos consecutivos, finalmente contestó.

—Camila, ¿ahora qué pasa? —su voz sonaba tan impaciente como cansada.

—Solo quería felicitarte —respondió Camila con suavidad, tras humedecerse los labios.

—Ja —Gabriel soltó una risa despectiva—. Espero que sea una felicitación sincera.

Camila bajó los párpados y guardó silencio por un momento, antes de preguntar:

—¿Cuándo será la boda?

—El 12 de diciembre —respondió él, con una frialdad que la caló hasta los huesos.

Cuatro simples palabras, pero suficientes para atravesar el corazón de Camila como mil flechas.

12 de diciembre. El día de su cumpleaños.