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Aullidos De Plata

Aullidos De Plata

By:  PeachyCompleted
Language: Spanish
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Estuve embarazada del cachorro de mi compañero destinado. Del cachorro del Alfa Seth. Pero durante doce años, se negó a reconocer lo nuestro. Era su secreto. Su sanadora. Nada más. Ni siquiera permitió que nuestro cachorro, Leo, le dijera papá. Todo porque odiaba que el destino eligiera a una pareja “impura” como yo. Aseguraba que lo había drogado, que lo había atrapado usando a un niño. Faltó a la ceremonia del Primer Aullido de nuestro cachorro por irse con otra hembra. Una Beta poderosa llamada Sarah. Esa fue la gota que derramó el vaso. Lo rechacé. Me llevé a mi cachorro y escapé. Dicen que el orgulloso Alfa se volvió loco. Que el dolor del rechazo lo destrozó y que comenzó a buscarnos por todos lados desesperado. Pero ya no hay marcha atrás. No existe el perdón.

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Chapter 1

Capítulo 1

Le di un cachorro al Alfa Seth hace doce años. Nunca me dio una ceremonia de unión. Jamás permitió que nuestro cachorro, Leo, lo llamara “papá”. Ya no puedo más.

Entré en la cámara del consejo y aventé mi renuncia sobre la mesa.

—¿Qué demonios estás haciendo, Viola?

Ocho pares de ojos furiosos se clavaron en mí.

Los Sabios acababan de rechazar mi solicitud para irme.

Así que rompí mi contrato vitalicio de Sanadora en mil pedazos frente a sus caras.

—Renuncio —dije con una calma que resultaba peligrosa—. A partir de ahora, la manada Snow Fang puede buscarse a alguien más que atienda a sus heridos.

El Sabio Marcus golpeó la mesa con el puño.

—¿Te volviste loca? ¡Eres nuestra única Gran Sanadora!

—¿Y qué? —dije con desprecio—. Seth siempre dice que el linaje lo es todo. Que a los débiles se les deja atrás. Que busque a una sanadora “más pura” para su preciada manada.

Otro de los Sabios se puso de pie.

—No puedes dejar que por tu rencor...

—¿Mi rencor? —lo interrumpí—. Ayer, un cazador se rompió tres costillas. Seth tronó los dedos y trabajé toda la noche para salvarlo. ¿Pero hoy? ¿Para su gran ceremonia de alianza? Ni siquiera tengo un lugar. No vaya a ser que su pareja destinada “impura” arruine su imagen perfecta.

Los viejos se miraron entre sí.

—Doce años —continué—. Le di todo a esta manada. Y él está en el escenario, abrazando a otra. Como si Leo y yo fuéramos un secreto vergonzoso.

—La manada te necesita...

—¿La manada? —me reí amargamente—. —¿O Seth solo necesita tener a su fiel herramienta de curación bajo su control? No tengo un vínculo. No soy su Luna. No tengo ninguna obligación de estar encadenada aquí para siempre.

Me di la vuelta para salir de ahí.

El grito de Marcus me siguió hasta la puerta.

—¡No puedes dejar la manada sin la firma del Alfa! ¿Has pensado en Leo?

Mis pasos temblaron, pero no miré atrás.

Leo. Mi hijo.

El cachorro que nadie sabía que era el heredero del Alfa.

Se iría conmigo. En cuanto Seth firmara ese papel.

Esa noche, el salón principal de la manada estaba lleno de representantes de todas las manadas importantes.

Se podía respirar el poder reunido.

A mí no me permitieron entrar. Como Sanadora Jefe, solo podía quedarme entre las sombras de una columna lejana.

Seth vestía las túnicas ceremoniales negras de un Alfa. Era alto, imponente, y su cara era una máscara de autoridad. Cada movimiento que hacía emanaba poder.

Este era el Alfa al que estaba a punto de renunciar para siempre.

—A todos —la voz profunda de Seth resonó por todo el lugar—. Las viejas costumbres nos detuvieron. Hoy, forjamos un nuevo futuro. Elegimos a nuestros aliados. Elegimos la fuerza.

La multitud estalló en aullidos y aplausos.

Sarah Blackwood, la hija del Alfa de la manada Blackwood, subió al escenario.

Era una Beta hermosa y orgullosa.

Se puso al lado de Seth como si ese fuera su lugar. Una verdadera reina.

—El poder necesita sabiduría —Sarah se escuchaba clara y segura—. Con la fuerza de los Snow Fang y la estrategia de los Blackwood. Seremos imparables.

Los observé, eran la pareja perfecta. Sentí un dolor agudo en el corazón.

Mi celular vibró. Era un mensaje de Leo.

Leo: “Mami, ¿va a venir mi papá a mi Primer Aullido?”

Me ardieron los ojos.

El Primer Aullido es un rito de iniciación sagrado para cualquier cachorro.

La presencia de los padres es fundamental.

Ellos protegen la mente del pequeño.

Sin ese escudo, el espíritu del cachorro puede quedar destrozado.

Le prometí a Leo que su padre estaría ahí. Me tragué el nudo que tenía en la garganta y le mandé un mensaje privado a Seth.

“Hoy es el Primer Aullido de Leo. Te está esperando”.

Unos segundos después, vi a Seth levantar la muñeca en el escenario. Miró la pantalla.

Arrugó la frente apenas un instante. Luego bajó el brazo y volvió a mirar a Sarah con una sonrisa. Como si no hubiera visto nada.

No hubo respuesta.

Ni siquiera se molestó en escribir un “no”.

Me quedé helada. Lo sentí como un golpe físico.

La ceremonia más importante de nuestro cachorro le importaba menos que este espectáculo político.

En el escenario, una reportera hacía una pregunta.

—Señorita Blackwood, ¿qué opina de los que todavía creen en la vieja tradición de las parejas destinadas?

Sarah sonrió con elegancia. Sus ojos me encontraron en las sombras y noté un rastro de lástima en su mirada.

—Los verdaderos líderes construyen su propio destino —su voz se escuchó en todo el salón—. No se lo dejan a la suerte. Solo los débiles quedan atrapados por el destino. Y el mundo siempre deja atrás a los débiles.

Se escucharon murmullos de aprobación por todo el lugar.

Seth no dijo ni una palabra.

Los observé desde la oscuridad mientras ellos brillaban bajo las luces.

Este era el Alfa al que había amado por más de diez años. El Alfa por el que sacrifiqué mi orgullo, mi libertad y mi vida entera.

Me llevé la mano al cuello vacío.

Intentó rechazarme en el momento en que nos conocimos.

Luego vino esa noche de copas. Un accidente. Me quedé embarazada.

Durante doce años, nunca recibí su marca.

Las lágrimas se habían terminado hace mucho tiempo. Lo único que me quedaba era una lucidez cortante.

—¿Dejada atrás? —susurré con una sonrisa amarga.

Miré mi celular y compré dos boletos de ida a Europa. Salíamos en dos días.

Después me di la vuelta y corrí hacia la noche. De vuelta con mi cachorro. El único que importaba. El que seguía esperando ingenuamente a su padre.

“Se acabó, Seth. Nos vamos”.
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